**Isa
Hacía mucho tiempo que no estaba tan nervioso. Me dolían las manos al intentar escurrirlas de mis ansiedades. Mi pecho estaba tan apretado que ni siquiera estaba seguro de si estaba respirando a menos que hiciera el sonido audible. Y me dolía el estómago y me zumbaban con recordatorios de que se suponía que debía dejar de lado mis esfuerzos estresantes.
Pero esto parecía inevitable. Y, francamente, tenía curiosidad.
Este hombre del que mi madre y yo habíamos logrado escapar hace más de diez años estaba allí, al otro lado de la ventana de un restaurante sucio, esperando que lo conociera. El hombre que nos había causado tanto trauma a mí y a mi madre, estaba aquí.
No había visto una foto de mi papá, y mucho menos visto su rostro en persona, desde que mi mamá y yo nos escapamos, pero lo reconocí al instante. Era un poco más rudo, vestido con una andrajosa chaqueta estilo bomber con parches y con aceitosos rizos de cabello colgando sobre su frente.