**Callan
—No tienes que venir, papá —le dije, mirando con desdén.
Mi padre estaba enojado por llevar a la abuela de regreso al asilo de ancianos. No es que él no pensara que ella pertenecía allí; Ambos sabíamos, por la forma en que su mente se desvanecía, que estaría mejor bajo el cuidado de profesionales. En cambio, no quería ir a un lugar donde la muerte ocurría casi todos los días.
El fallecimiento inesperado de mi madre de verdad le había afectado mucho.
—Así es, querida —frunció el ceño la abuela—. No tienes que venir. Por supuesto, si te niegas a verme en cualquier lugar que te recuerde la muerte, supongo que nunca volverás a verme.
Porque, aunque estaba confundida, la abuela también era bastante inteligente.