**Callan
Era como si mi cuerpo sintiera su presencia incluso antes de que la viera. Un peso incómodo se posó sobre mis hombros y mi deseo de respirar o trabajar o hacer cualquier cosa se disipó por completo.
Cuando escuché que se abría la puerta de mi oficina, ni siquiera levanté la vista. La reconocí por el ruido de sus tacones sobre las baldosas de mármol, por el olor de su perfume demasiado dulce.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Murmuré sin levantar la vista de mi computadora.
Catherine se rio entre dientes y no dudó en invadir mi espacio personal rodeando mi escritorio y girando mi silla para mirarla. Ella se inclinó cerca de mi cara.
—Vamos, nena —canturreó—. Esa no es forma de saludar a tu futura esposa.
Por el rabillo del ojo vi una sombra de forma familiar alejarse de inmediato.
—Hah... en serio no sé cómo meterlo en tu densa cabeza...