Thane Drogos
Cuando Evelyn me recibió en la cubierta superior, tenía un machete sin filo listo para ella. Ella miró el instrumento con curiosidad, extendió la mano y me lo quitó.
—¿Es afilado? —ella preguntó.
—No. Estos son para entrenar —respondí. Le di un breve golpe a la espada, escuchando el silbido del metal en el aire. Al caer la noche, la mayor parte de la tripulación permaneció bajo cubierta, aparte de la tripulación nocturna.
Unos cuantos hombres hicieron sus rondas por encima de la cubierta, atentos a cualquier disturbio. Ya sea otro barco o traviesos duendes marinos a los que les gustaba gastar bromas a marineros modestos. De vez en cuando una sirena o dos, pero evitaron mi bandera.
Temían a los dragones de agua tanto como temían a Cliodhna, la diosa del mar. Las sirenas eran criaturas viciosas, pero no exentas de motivos. En el agua, me gritaban —Oillipheist— en la cara como un insulto antes de regresar a las profundidades, tan profundas que el sol no los tocaba.