Thane Drogos
Vi como las mejillas de Evelyn se oscurecieron, casi tan carmesí como su blusa de seda pegada a sus hombros. El rubor subió hasta sus orejas, visible entre los rizos. Encima de la blusa había un corsé esmeralda. La combinación resaltó la profundidad de sus pecas.
Tan jodidamente encantador.
Y ella era mía. Todo mío.
—Te queda bien —dije, mis ojos deslizándose por su ropa. Fue como si la vi por primera vez, quién quería ser bajo su disfraz esa noche en la taberna.
Ante mis palabras, Evelyn sonrió. Nunca pude comprender cuánto amaba su sonrisa. No había nada que deseara más que tocarla. Observa cómo sus labios se abren con cada señal. Sus párpados revoloteaban con cada roce de mis dedos.
La lujuria recorrió mi piel, el calor inundó mi interior y endureció mi polla. Dios, la quería. Quería tomarla en mis brazos y recordarme lo perfectamente que encajaba contra mí.
Apreté mis manos en puños.