Mi ira alcanzó un nuevo nivel al ver a Judith flotando sobre mí, deleitándose con mi sufrimiento. —Oh, cómo han descendido los poderosos —se regodeó—. O debería decir, cómo la nobleza se ha vuelto escoria nuevamente. Ahora estás en tu lugar, Aria, en la tierra.
Le escupí en el rostro. Judith retrocedió y me abofeteó. Gusté la sangre en mi boca. —¡Es suficiente! —advirtió Chris—. Tienes tu juguete, Judith. Aria es mía.
—Está bien, supongo —murmuró Judith. Se arrodilló a mi lado y acercó su boca a mi oído. Mis ojos se agrandaron cuando percibí el remanente del aroma de Noah en su ropa. —Le diré a Noah que saludaste mientras él me hace estremecer de éxtasis —se rió maliciosamente.
—No lo toques, Judith —gruñí. Se levantó, me lanzó un beso burlón y nos dejó a Chris y a mí solos. —Deberías descansar un poco, Aria —dijo Chris—. Tienes proyectos que atender mañana.