Un pitido lento y constante llenó mis oídos y, sin embargo, el latido dentro de mi cabeza estaba tratando de adormecer todos mis sentidos.
Lentamente, abrí los ojos y observé mi entorno. Estaba una vez más dentro del hospital, y ese era el último lugar en el que quería estar.
El pitido constante provenía de una máquina que goteaba fluidos en mi brazo, lo que no es una vista reconfortante. Odiaba estar postrada en cama e inválida así y sentir que no era capaz de cuidar de mí misma.
—Ella está descansando ahora, pero está bien.
La voz de Estrella me hizo dirigir mi atención a la puerta parcialmente cerrada. No estaba segura de con quién estaba hablando, pero no tenía dudas de que era Talon o Vicky. Siempre parecían estar ahí para mí cuando estaba en problemas.
—No puedo creer que esto haya sucedido. ¡Lo siento mucho! Nunca debí dejarla ir sola —susurró Vicky.
Odié la culpa que escuché en su voz. Ella no tenía la culpa de esto.