A la mañana siguiente, Julien se despertó temprano, ansioso por llegar al campo de práctica.
—Buenos días —dijo Lacey, dándose la vuelta en su cama, donde pertenecía—. Dame un minuto y me prepararé...
—Absolutamente no —gruñó Julien—. Quédate en la cama y deja que tu pierna sane.
Una mirada de decepción coloreó su rostro, su puchero se veía tan lindo. —¿Pero qué pasa con mis jóvenes guerreros?
Julien sonrió. No se le pasó por alto que ella se había referido a ellos como sus jóvenes guerreros. Julien se puso sus pantalones deportivos y se abrochó la hebilla del cinturón, y luego se puso una camiseta y una sudadera. A pesar de que era Octubre y hacía frío, nunca le afectaba. —No te preocupes. Haré que Scarlett o Raye se hagan cargo de ellos hasta que te sientas mejor.
—Pero yo... —Ella comenzó a levantarse de la cama, pero Julien la detuvo.
—¡No! Lo único que quiero que hagas hoy es descansar. —Se inclinó y le dio un rápido beso en los labios—. Y no te levantes de esa cama.