Julien volvió unos minutos más tarde, como prometió. —La Sopa de Langosta está en camino. —Luego levantó una ceja—. ¿Algo más, Mi Reina?
—Umm... Me gusta mucho cómo suena eso —bromeó Lacey.
—Mi Reina... —Él besó sus labios—. Mi Reina... —Su voz era baja, sexy, enviando un escalofrío por todo su cuerpo directo a su sexo—. Mi Reina —susurró, sus manos acariciando suavemente su rostro. Entonces sus labios descendieron sobre los de ella, suavemente al principio, pero luego con una fiereza inigualable por el hombre.
Lacey se rió contra sus labios.
Se apartó bruscamente. —¿Qué es tan gracioso? —Una comisura de sus labios se curvó en una sonrisa sexy—. Estaba tratando de ser sexy.
—Y lo estabas logrando —respondió Lacey—. De hecho, eres sexy sin siquiera intentarlo. No puedo creer que estés esperando hasta ahora, cuando estoy en la enfermería, para hacer esto.
Julien sonrió, pareciendo presumido, disfrutando demasiado el efecto que estaba teniendo en ella.
—Duerme.