—Bienvenido a casa, hermano —dijo Christopher con tono desquiciado. Sawyer se adelantó y movió al instante el cuchillo junto a la garganta de Katia.
—No lo hagas —advirtió con severidad, pasando de amistoso a frío en un instante.
Sawyer se detuvo y miró a Katia. Su maquillaje estaba corrido por las lágrimas que había derramado, pero no mostraba temor. Miró alrededor de la casa en busca de alguna señal de ayuda, pero no venía nadie.
—No te molestes en buscar a nadie, están todos... un poco inconscientes.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Sawyer, enseñando los dientes. Le estaba costando todo lo que tenía dentro para no atacar.
—¿No puede un hombre venir a visitar a su mejor amigo perdido hace tiempo? ¿Cuánto tiempo ha pasado, un año? Vaya, el tiempo vuela, ¿verdad? —dijo Cristopher sonriendo, revelando sus dientes separados.