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—Deberías ponerte la ropa primero, no miraré —Ren Feifan se dio la vuelta y la apremió.
—¡Está bien!
Pasaron tres minutos.
—Ren Feifan, ¿puedes... puedes quitarme las agujas de plata? —De repente, la voz de la Reina Demonio llegó desde atrás, muy suave y ligera, teñida de un atisbo de timidez.
—Ren Feifan se sobresaltó, y justo cuando pensaba girarse, la Reina Demonio dijo:
—¡Debes vendarte los ojos antes de que puedas quitármelas!
—Bien, ¡lo que tú digas! —Ren Feifan simbólicamente sacó un paño negro de su espacio misterioso y se vendó los ojos.
Incluso podía ver a través de las cosas, así que ¿qué era ese paño para él? Pero en fin, lo importante era hacer que la Reina Demonio se sintiera tranquila.
Ren Feifan fingió buscar a tientas, y pronto un par de manos suaves agarraron su muñeca, y luego guiaron su mano dentro de su ropa.