Anoche, Peter Brown bebió bastante vino y ahora se encontraba con resaca, sin ningún recuerdo de cómo había llegado a casa.
Al abrir los ojos, la luz del sol matutina brillaba sobre él y se dio cuenta de que estaba completamente desnudo.
Mirando a su alrededor, no había nadie más presente.
Después de aliviarse en el baño, escuchó ruido en la cocina y encontró a Quinn Walker preparando algo para comer.
—Quinn... —susurró él.
—¿Peter, ya te levantaste? —Una sonrisa se extendió por el rostro de Quinn.
Notando la olla en la estufa, Quinn dijo:
—Te hice algo de gachas para que comas. Beber mucho no es bueno para el cuerpo, así que come algo para calentar tu estómago.
¡Qué chica tan dulce!
Peter se acercó y abrazó a Quinn, plantándole un beso en la cara.
Quinn, con las mejillas sonrojadas, lo reprendió:
—¡Para ya, necesito hacer el desayuno para ti!
Peter, sin preocuparse ya que ya estaban cercanos, continuó siendo cariñoso.