—¡No hay nada como estar en casa, en mi propio pueblo! —En el momento en que Pedro volvió a su pueblo, sintió tal tranquilidad. Estar afuera, incluso en los mejores momentos, no podría brindarle el calor que sentía en casa.
—Pedro, ¿acabas de llegar al pueblo? —Al ver la sorpresa y el deleite en el rostro de Quinn, Pedro la encontró más genuina y encantadora que antes.
—Observando su cambio de imagen al estilo de la ciudad, Pedro la molesta:
— ¿Es esa una ropa nueva que llevas puesta? —Un poco tímida, Quinn respondió:
— La gente de la ciudad se viste así. ¿Crees que me queda bien?
—¡Por supuesto que sí! —Pedro elogió a Quinn de todo corazón. Era notable que su forma de vestir había mejorado, elevando su atractivo. De hecho, se veía impresionantemente hermosa.
—Quinn declaró con orgullo:
— Lo compré ayer justo en la Ciudad del Condado con el dinero que me diste.