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—Qué broma, ¿por qué resonaría con este lugar? Yang Chen, sin ofender, pero ¿me estás subestimando? Después de todo, me has usado varias veces, ¿no sabes qué tipo de poder poseo? Conmigo, puedo soportar la caída de los cielos. En mi opinión, serías mejor siendo mi chico... —La Lanza del Dios de la Matanza se volvía cada vez más arrogante con cada palabra y parecía que no podía dejar de hablar pronto.
Yang Chen no dijo nada, pero Yun Lu intervino rápidamente con molestia:
—Oye, lanza apestosa, ¿la eliminación de tus restricciones te hizo adicto a gritar? ¡No me hagas llamar a Arcoíris y los demás para sellar tu boca con prohibición!
—Lo que más temía la Lanza del Dios de la Matanza era que otros sellaran su boca y no la dejaran hablar. Inmediatamente se marchitó:
—¡No! Hermana Yun Lu, hablemos pacíficamente. Solo he salido a gritar unas pocas veces y ya quieres sellar mi boca. ¿No puedes dejarme hablar un poco más antes de sellarla?
