—Yang Chen, si hablas así, solo significa que aún no me quieres —se rió su sonrisa floreció como una flor, deslumbrantemente hermosa.
—De hecho, no tengo razón para quererte —Yang Chen se encogió de hombros—. Si piensas que tu belleza, talento y cultivación de artes marciales pueden hacer que te adore y te persiga, entonces es simplemente imposible. La adoración y el querer son dos conceptos diferentes. Y, más aún, no te adoro para nada.
—Tienes razón. No me quieres. Pero cuando se trata de asuntos del destino, no puedes detenerlo si llega —los labios rojos de Zhang Xuelian se entreabrieron levemente mientras decía.
—¿Por qué no se puede detener? —Yang Chen la miró fijamente a Zhang Xuelian—. ¡Dime!