—Imposible, te he infundido energía demoníaca al menos cinco veces. ¿Cómo es posible que no estés controlado por mí? ¿Cómo es posible... —Wang Yueru aún no podía entenderlo.
Simplemente no podía aceptar este hecho.
Cuán segura y convencida estaba de que Yang Chen ya se había convertido en su sirviente demoníaco. Pero la realidad le jugó una enorme broma: Yang Chen no se vio afectado en absoluto.
—No estoy obligado a decírtelo —dijo Yang Chen perezosamente.
Como enemigo, no tenía nada bueno que decir.
—¡Imposible, imposible! —Wang Yueru ahora estaba completamente fuera de control—. ¡Sabía que no solo su propio destino era incierto hoy, sino que sus compañeros también serían asesinados aquí!
Yang Chen ya había hecho planes.
Al principio, el Emperador Bai Wei y el Emperador Shi Neng sabían que el problema tenía que ver con la astuta mujer que estaba con Yang Chen.