—Maestro Lin, quizás no sepa mucho sobre mí, pero de nuestra Familia Yan y de mi hermano, debe saber, ¿verdad? —Yan Yu dijo fríamente.
—Sé que es Yan Qing, el Dios de la Guerra Qilin —asintió Lin Dong—. Sin embargo, tu hermano es tu hermano, y tú eres tú.
—Incluso si viene tu hermano, el Ancestro del Clan Gong, el Ancestro de la Familia Wu, estas personas deben tratarme como igual. ¿Qué eres tú? ¿Vienes aquí a hablar de repartos uno a nueve o de ochenta a veinte?
—Si sinceramente quieres discutir sobre cooperación, ¡haz que alguien de la estatura de tu hermano venga a buscarme!
—Si intentas ganar algo sin esfuerzo, no me trates como un Bodhisattva de Arcilla.
—¡Ahora, puedes largarte, antes de que pierda la paciencia!
No bien se pronunciaron estas palabras cuando una atmósfera opresiva descendió sobre Yan Yu, haciéndole sentir como si el Monte Tai se cerniera sobre él.
Bajo esa inmensa presión, incluso respirar se volvió difícil para él.