—Lin Dong, estás diciendo tonterías... Estoy perfectamente sano, ¿cómo podría tener una enfermedad cardíaca tan seria? —Sun Yunting se negaba a creer que había sido diagnosticado con una enfermedad terminal que solo le daba seis meses de vida.
—Esto es un hospital. Si no me crees, puedes pedir que otros doctores te hagan un examen médico completo. Entonces verás si lo que digo es verdad o no —dijo Lin Dong extendiendo sus manos.
Habiendo dicho eso, se preparó para irse, jalando de la mano a Qiao Bing.
—¿Así nomás te vas a ir? Estoy sufriendo tanto dolor, y ¿no vendrás a salvarme? —Sun Yunting se agarró el pecho y dijo apresuradamente.
—No confías en mí, ¿entonces por qué debería tratarte? ¡Encuentra a otro que te vea! —dijo Lin Dong, rodándole los ojos.
En cuanto Lin Dong se fue con Qiao Bing, otros doctores inmediatamente se acercaron.
—Joven Maestro Sun, ¿qué te pasa? —Huang Hua corrió hacia él y preguntó rápidamente.