—¡Sí! Pasaron cosas malas en la oficina.
La respuesta de Leo fue suficiente para acelerar el corazón de Bella.
—¿Qué intentas decir, Leo? —Bella no pudo evitar elevar su voz. Estaba preocupada e infeliz. Leo había logrado despertar su curiosidad, pero aún no había explicado qué había ocurrido.
—Arabella Donovan, tú eres la causante. ¿Por qué me lo preguntas de nuevo?
Era raro que Leo la llamara por su nombre completo a menos que estuviera molesto o bromeando. Pero ahora ella podía decir que él estaba serio.
—Todavía no entiendo. ¿Qué intentas decir? Habla claramente —dijo Bella impotente después de intentar pensar unos segundos más pero sin poder encontrar la razón—. ¿Puedes decirme? Mi mente está nublada porque comí de más, y ahora me siento adormecida.
Bella ahogó una risa cuando escuchó a Leo reír al otro extremo. Ella había logrado hacerlo menos enojado.
Finalmente, Leo preguntó con su tono solemne:
—¿Por qué renunciaste a tu puesto sin hablar conmigo?