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La habitación de Jessica se sentía como una jaula mientras ella caminaba de un lado a otro, con el pulgar entre los dientes.
La noticia de la llegada de Tristan y su reunión con su padre y abuelo dejaron a Jessica preocupada y temerosa. Ella sabía exactamente de qué hablaría su hijo: su confesión de ayer.
—Señora —la voz de la empleada de mediana edad hizo que Jessica detuviera sus pasos. Ella se volteó hacia ella como si preguntara, ¿Qué sucede? con su mirada.
—Por favor, señora, tiene que calmarse. Todo estará bien —continuó la empleada.
—¿Puedes escuchar de qué están hablando? —preguntó Jessica, con la voz ligeramente elevada. No podía ocultar lo preocupada que estaba.
—Lo siento, señora, no puedo acercarme a la oficina del maestro en casa. Alan está parado frente a la puerta —La culpa de la empleada era evidente en su voz nerviosa mientras confesaba su incapacidad para ayudar a su señora.