—¿Debería llamarla? —Leo se susurra a sí mismo mientras vuelve a mirar su teléfono móvil.
—¿Aceptaría Dana si le propongo salir ahora? ¿Es demasiado repentino? ¿Haría demasiado obvio que me gusta?
—¡Pero qué demonios, Leo! ¡Cálmate! Eres inteligente, rico y guapo. ¡Y esto es solo una nimiedad, a diferencia de la responsabilidad que llevas en el trabajo! Esto es solo cuestión de llamar... a Dana.
Una vez más, tomó una profunda respiración cerrando los ojos, intentando calmar su mente confundida.
Leo nunca se había sentido tan ansioso y preocupado como ahora desde que sintió algo similar cuando su novia de aquel entonces le pidió inesperadamente romper por una razón insignificante; ella pidió terminar porque estaba demasiado ocupada y no tenía tiempo para salir con él. Se sentía egoísta si continuaba la relación sin darle la atención que merecía.