Bella miraba la pantalla del teléfono como si se hubiera convertido en una estatua, sin poder contestar la llamada.
—Bella, ¿por qué no contestaste? Era Sean Spencer.
La voz de Harper de repente la trajo de vuelta de su trance. Miró a Harper, parpadeando unas cuantas veces antes de finalmente atender la llamada.
—Hola, Bells, lo siento... Solo puedo contactarte ahora —la voz de Sean sonaba tan culpable del otro lado—. Te extraño tanto...
Parada junto a la ventana, Bella sujetaba su teléfono móvil con fuerza y respondió con calma:
— Está bien, Sean. Entiendo. ¿Se resolvió tu deber en la basecamp? —preguntó.
Una media sonrisa apareció en la esquina de los labios de Bella. Aunque intentaba hablar con él casualmente, de alguna manera, por dentro se sentía completamente incómoda.
—Sí —respondió Sean felizmente, incapaz de detectar la incomodidad en el tono de Bella—. ...Bueno, tengo dos semanas libres. Quiero verte a ti y a Dax. ¿Dónde estás ahora?