Robert abrió sus ojos sorprendido al verlos marchar hacia él.
—Señor... señor Sinclair... ¿Por qué les pide que me golpeen? —sus palabras se desvanecieron cuando el poderoso puño de uno de los hombres grandes que estaban a su lado aterrizó en su mejilla, haciendo que su cabeza se inclinara en un ángulo de noventa grados.
Soltó un fuerte aullido —ya que el dolor sin nombre podía sentirse en su rostro—, haciendo eco a través de la habitación.
Antes de que Robert levantara la cabeza, el puño del otro hombre golpeó el otro lado de su mejilla con la misma fuerza. Un rugido de dolor sonó una vez más, esta vez más fuerte que antes.
—Arghh…
Cuanto más gritaba Robert de agonía por el dolor que sentía, más fuerte aterrizaba el puñetazo en sus mejillas. Era como si estos dos hombres le estuvieran pegando como castigo por el ruido que creaba.