Dana siente que las rodillas se le debilitan al escuchar lo adorable que suena su nombre cuando él lo llama. —Sí-Sí...
Se esforzaba por ocultar sus sentimientos hacia él. No quería que Leo supiera lo que estaba pasando por su mente en ese momento. Le gustaba, pero nunca se atrevió a decírselo, por miedo a que él la despidiera.
—¡Perfecto! —Leo sonrió al ver que Dana ya no estaba tensa, sino que parecía tan tranquila como siempre. —Dana, si te sientes incómoda respondiendo, no tienes que hacerlo. ¿Por qué tus padres te piden de repente que vuelvas?
Leo tenía curiosidad por saber qué había pasado en su familia.
Dana apretó los puños con fuerza. Se sentía demasiado avergonzada para mencionar el asunto. Pero, al ver su mirada curiosa, su boca la traicionó.
—Mi padre llamó. Dijo que mi madre había sido hospitalizada, pero cuando le pregunté a mi hermanito, él dijo… no. Mamá está bien. Pero— hace una pausa, bajando la cabeza, incapaz de encontrar su mirada.