—¿Quieres morir? —rió despectivamente Dongfang Hen.
—¡Sí, no dejaré que salgas con la tuya! —Si ella caía en manos de esos hombres, se suicidaría.
Hai Xiaotang estaba preparada para acabar con su vida.
Pero las palabras de Dongfang Hen la llevaron a la desesperación al instante.
—Muchas mujeres que caen en sus manos quieren morir, pero nunca tienen la oportunidad. Hai Xiaotang, te drogarán para que no tengas la fuerza de matarte. Incluso si quieres acabar con tu vida, realmente no podrás hacerlo.
Hai Xiaotang palideció, el miedo relampagueando inequívocamente en sus ojos.
Dongfang Hen sonrió con satisfacción, sabiendo que era un momento de gran vulnerabilidad para Hai Xiaotang.
—¿Así que accederás a mi demanda? Contaré hasta tres. Si te niegas, ¡nunca tendrás otra oportunidad! —dijo.
—¡Uno! —Dongfang Hen empezó a contar abruptamente.
Las pestañas de Hai Xiaotang temblaron, cada célula de su cuerpo estremeciéndose.
—¡Dos! —Dongfang Hen contó rápidamente de nuevo.
