Despertada por la estridente alarma del reloj y con los rayos del sol avistarse por las ventanas, Helena abrió los ojos con pesadez. Cerró su laptop con un suave movimiento y se estiró lentamente, sintiendo un dolor en el cuello por la incómoda posición en la que había dormido. Por un momento se detuvo a mirar a su alrededor, la ausencia de Jensen le brindó una inesperada sensación de soledad en aquella casa que ahora era su hogar, un lugar que nunca había imaginado estar.
Guiada por un persistente rugido en su estómago, se dirigió a la cocina. Al cruzar el umbral, un nauseabundo hedor que provenía de la estufa la golpeó de lleno. Arrugando la nariz con asco, se acercó con cautela al origen del desagradable aroma. Justo donde horas antes había dejado la cena preparada para Jensen, al destapar la olla, un espectáculo dantesco se desplegó ante sus ojos: la comida que había preparado con tanto esmero, ahora estaba completamente arruinada. Un profundo suspiro de frustración escapó de sus labios. La evidencia era clara: Jensen no había probado ni un bocado de la comida que ella había preparado. —Por lo menos me hubiera avisado que no iba a llegar—murmuró con voz baja. Y con un impulso de rabia, arrojó la comida estropeada al fondo del cubo de basura. Llena de amargura, se dedicó a la tediosa tarea de lavar los platos.
Todavía resentida por la comida arruinada y con el corazón apesadumbrado por la indiferencia de Jensen, Helena preparó un emparedado solo para ella, con la amarga certeza de que a él ya no le importaba si comía o no. Mientras masticaba su solitario emparedado en la mesa, sus pensamientos se llenaron de ironía. —Y luego se pregunta por qué estoy molesta con él—dijo entre dientes, una sonrisa irónica, casi imperceptible, vino después de darse cuenta de lo que estaba haciendo…
Aprovechando la tranquilidad, se dedicó a deshacer su maleta, ordenando sus pertenencias que aún permanecían guardadas. Libros, cosméticos y un par de zapatillas encontraron su lugar en los estantes y cajones, liberando espacio en la maleta. Su mirada se posó en los armarios del dormitorio, que parecían reclamar atención. Con su innato sentido del orden y limpieza, se dispuso a barrer y trapear no solo su habitación, sino también la sala y cada rincón de la casa, buscando eliminar cualquier rastro de polvo o desorden.
De pronto, la puerta principal se abrió de golpe y Jensen irrumpió en la casa, dejando un rastro de tierra mojada a su paso. Sin siquiera mirarla a los ojos ni pronunciar una palabra, se dirigió a su habitación. Un escalofrío de molestia recorrió la espalda de Helena al observar su actitud indiferente. A pesar de la molestia, tomó la escoba con determinación y barrió la tierra que Jensen había dejado esparcida por la casa.
Al finalizar, cayó rendida en el sillón, buscando un poco de descanso, pero también ansiosa por tener una conversación con él, lo esperó pacientemente a que terminara de bañarse. Cada minuto la inquietaba, sus pensamientos giraban en torno a la charla que se avecinaba. Sin embargo, sus planes se vieron interrumpidos por una llamada inesperada en su celular. Con un suspiro que denotaba resignación y cierta frustración, se levantó del sofá dejando la conversación pendiente para más tarde.