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Chapter 33 - Extra 3: ¡Hay que deshacerse de mama!

Las temporadas se deslizan sobre la vida de los amantes, disfrutan de la rutina y los momentos especiales. Descubren que los sentimientos y las pasiones crecen cada día, se embarcan juntos en un viaje sin retorno, uniéndose y compartiendo lo bueno y lo malo.

La suavidad y la dureza de la existencia, el amor y el respeto mutuo. Cada uno toma los fragmentos del otro, un mosaico de dolor y amargura, unidos por la esperanza y el amor. Solo quieren armonía, en una simbiosis etérea y profunda, buscándose en cuerpo y alma.

Desde la muerte de Rodrigo, han pasado varios meses.

El inicio de diciembre trae consigo el ánimo de las reuniones familiares, celebrar Navidad y el Año Nuevo con los seres queridos. A causa del escándalo del año anterior, Lían y Soichi deciden quedarse en Buenos Aires. Esto entristeció al hombre que aprovechaba ese momento para pasarlo junto a su madre y hermanas. Ahora que la fecha se acerca, brota alegría por todos sus poros, porque al final las personas que el hombre más ama conocerán al joven que está a su lado.

Soichi, por su parte, trata de calmar sus inseguridades.

¿Qué pasaría si no le agradaba a la madre de Lían? ¿Y si creían que no era apropiado para su hijo? ¿Era el momento de pedirle matrimonio?

Ante las posibles hipótesis, elaboro un listado de razones por las cuales él es una buena alternativa para Lían. Esto va de la mano con pruebas que lo confirmen; desde informes médicos, detalles sobre sus finanzas, un plan de inversiones en los próximos cinco años, una carta de recomendación de Javier alegando su responsabilidad y buena conducta.

Lían se divierte viendo cómo el joven carga su carpeta marrón por todos lados, llenándola de papeles y haciendo preguntas sobre su futura suegra. Llegó al punto que dejó de intentar persuadirlo para que se calmara, él ya sabía que apenas su madre lo conociera, lo aceptaría.

¿Quién no se rendiría ante un hombre atractivo, bueno e inteligente?

◇◆◇

Los problemas son parte de la vida, y uno se encuentra llamando a la puerta. La pareja no espera a nadie, Lían, que prepara el almuerzo, calcula que es Raúl. Abre sin preámbulos la puerta del departamento, pero no es el viejo conserje. Una mujer atractiva que destila un aroma floral es con lo que se encuentra. Su rostro es delicado y sensual, su postura recta y arrogante, observa de forma despectiva al hombre que la recibe. Lían abandona su sorpresa volviendo en sí, aunque nota la expresión de desagrado, no quiere ser irrespetuoso.

—Hola, buenos días.

La mujer, que trae un vestido negro que resalta su curvilínea figura, lo ignora y observa hacia adentro. Intenta dar un paso hacia adelante, pero Lían se lo impide.

—Disculpe, ¿qué necesita?

—Busco a mi hijo —dice con una sonrisa maliciosa brotando de esos labios rojos.

El hombre queda estupefacto, no sabe si hacerla pasar o saltar a arrancarle los pelos. Él ya sabe todo lo que ha sucedido entre Soichi y su madre. Sin conocerla en persona, llegó a sentir un odio intenso; en cada oportunidad que recuerda los sucesos, la maldice desde lo más profundo de su ser. Con una expresión oscura, indica:

—Espere un momento, veré si puede atenderla.

Pero Soichi ya ha salido de la ducha; mientras se seca el cabello, se acerca hacia la puerta. Al verla, su expresión cambia; sus labios se tensan y esas hermosas almendras grises pierden cualquier brillo.

—¿Qué haces acá?

—Hace mucho que no veo a mi hijo. ¿No vas a dejarme pasar?

Las emociones del joven colisionan entre sí; el trabajo de meses está a punto de irse al demonio. Se acerca poco a poco, pero antes de que pueda decir algo, Lían lo detiene. El hombre toma su mano y le susurra:

—Ella viene con un niño. No hagas nada, por favor.

Fue ahí cuando Soichi mira hacia el costado de su madre; un pequeño de unos ocho años se aferra a la falda de ella. Al ver que se acerca, el niño asoma sus ojos café para conocer a su hermano mayor. Pero la mirada de Soichi carga un profundo resentimiento; el niño tiembla y se aleja hacia atrás.

Lían aprieta aún más fuerte la mano del joven, ancla sus ojos como si estuviera regañándolo. En las oportunidades que pueden hablar sobre su madre y su hermano, siempre le recuerda que el pequeño no tiene la culpa. Soichi no lo odia, pero tampoco es que lo ame; solo no tolera verlo, es físicamente igual a su madre.

Inhala y exhala.

—Pasa, que sea breve, tengo compromisos.

Ella ingresa y observa todo el departamento, mientras el hombre se inclina hacia el niño que no se anima a entrar.

—Hey, me llamo Lían, ¿Cómo te llamas?

El pequeño, que viste un traje azul, murmura con timidez.

—Hi- Hiroshi, señor.

Lían le sonríe, sus ojos cargados de alegría, su voz se torna cálida.

—Qué lindo nombre. Decime, ¿te gustan los dibujitos?

Hiroshi agacha la cabeza con vergüenza.

—Sí, me gustan.

Lían extiende su mano para tomar la del pequeño.

—Si queres, podes pasar y ver alguno conmigo mientras ellos conversan. ¿Cuál es tu favorito?

El niño toma la mano del hombre y mira hacia él, cautivado ante su simpatía.

—Mi favorito es Pokémon.

—¡Qué bueno! Es el favorito de tu hermano también.

Soichi, que estuvo todo ese tiempo al lado observándolos en silencio, se gira y se va a sentar frente a su madre.

Un momento muy corto, pero el niño siente alegría en su corazón, al fin conoce al hermano mayor que nadie mencionaba. Descubre que tienen el mismo anime favorito, aunque ve la espalda del joven que se aleja de él con algo de tristeza, porque él no puede hacer nada para que su hermano lo quiera.

Lían se conmueve, él adora a los niños y sabe cómo las situaciones de los adultos pueden causar heridas irremediables. Toma su mano y lo lleva al cuarto que ahora es de la pareja, prende el televisor y mientras se reproduce un capítulo, empieza a entablar una pequeña charla con el niño.

Madre e hijo se observan; los años no pasan para la mujer, sigue siendo una belleza, ella intenta iniciar de forma amable.

—¿Cómo has estado?

—¿Qué es lo que queres, Victoria?

Ella no pudo evitar lanzar una risilla.

—Oh, ya veo. Ahora me llamas por mi nombre.

—Es lo que siempre quisiste.

—Es cierto... ¿no vas a ofrecerme un café? El viaje fue largo.

Soichi sonríe.

—No tengo café.

Victoria observa los brazos descubiertos de su hijo y habla con desagrado.

—Deberías cubrirte eso, es patético.

—Otras cosas son horribles de ver y no les pido que se tapen la cara.

La expresión de la mujer se vuelve agria.

—De acuerdo, no tengo intención de dilatar esto. —Saca de su cartera una carpeta y la extiende—. Firma.

Los ojos de Soichi al fin cobran un brillo tenue.

—¿Por qué lo haría?

En realidad, Victoria odia ver a su hijo; la personalidad de Soichi de niño era igual a la de su padre, blando y afectuoso. Ahora, de adulto, era el calco de las mejores épocas del viejo Takahashi.

—Mira, no tengo tiempo, hazlo y me largo.

Pero este ya no es un niño; los traumas endurecieron su corazón, no volverá a llorar en los zapatos de su madre rogando amor.

—No lo haré.

La mano de la mujer se tensa y aprieta con fuerza la carpeta.

—Soichi, en todos estos años te dejé libre. —Su rostro se vuelve horrible y grita—. ¡Por qué carajos lo estás jodiendo ahora!

La satisfacción en el pecho del joven es incalculable.

—No voy a firmar, lamento que el estatuto no permita la venta sin la conformidad de todos los accionistas.

—¡ESTO NO ES UN JUEGO!

—¿Quién te dijo que estoy jugando?

—Esta es la mejor oferta que podemos adquirir. ¿Acaso quieres que se pierda todo? —dice mientras fricciona la yema de sus dedos en su frente.

—Hiciste que mi padre perdiera todo en manos de tu amante. Ahora que sus negocios están por caer, ¿no crees que la vida te está devolviendo algo de lo que te mereces?

Victoria tira la carpeta en el rostro de Soichi.

—¡IDIOTA! ¡TÚ TAMBIÉN VAS A SALIR PERJUDICADO!

—No lo creo. Digamos que tu empresa es solo una pequeña moneda dentro de mi gran alcancía.

Han llegado a un punto muerto, pero la situación de Victoria es desconocida por Soichi. La mujer ha sido abandonada por su pareja hace menos de un año, y cuando el hombre la dejó, perdió todos los beneficios. Era mala para los negocios y, en poco tiempo, arruinó la empresa que había quedado a su cargo.

Ella está llegando a la ruina.

Se levanta y llama al pequeño Hiroshi. El niño fue el único motivo por el cual su antiguo amante le había dejado esa empresa, y el costoso estilo de vida de la mujer no se puede cubrir con la mensualidad del pequeño.

—Piénsalo, esto no conviene a ninguno de los dos.

Victoria sale mientras el pequeño se despide con un abrazo de Lían y un saludo respetuoso y tímido hacia su hermano mayor.

◇◆◇

Han pasado un par de horas. Soichi permaneció en silencio desde que esa puerta se cerró, aunque... se siente extraño.

Fueron mucho tiempo sin verla, meses extrañándola, años deseando que lo quisiera. Luego vino la frustración y el resentimiento, un odio abrasivo que lo carcomía. Cuando pasaron las emociones del primer impacto, él sintió un vacío.

Es como si no importara.

Apoyado sobre la baranda del balcón, admira cómo el ocaso se esconde entre los edificios. Ha prendido un cigarrillo, aunque lo dejó hace tiempo, fue inevitable. Da una calada profunda con esos delgados labios, su pecho se llena de calidez, exhala con tranquilidad. El humo blanco se balancea, él se pierde en aquel movimiento efímero. Absorto en la vaguedad de sus pensamientos, es Lían quien decide romper el silencio incómodo. Desliza sus brazos sobre el joven y se aferra a su cintura, apoyando su rostro en la espalda, consulta:

—¿Estás bien?

Soichi cierra los ojos por un momento. El calor de ese verano es agotador, unas gotas de sudor se deslizan por la piel que cobra un tono rosáceo.

—No lo sé.

El corazón del hombre está inquieto, no quiere que el joven al que abraza tenga una recaída. Sin embargo, tiene un extraño presentimiento, no puede olvidar al pequeño Hiroshi. Compartieron menos de media hora juntos, pero Lían adora a los niños, por algo sus nueve sobrinos se aferran a él cuando va de visita. Es ese tío alegre que te regala dulces y tapa las travesuras, el que te hace pochoclos y se recuesta a tu lado para ver miles de películas, el que te regaña un momento, pero luego te abraza y te consuela; en el fondo, quería ser padre.

La cruel infancia de Soichi es algo que se anuda en su corazón, porque aún no comprende cómo una madre podría ser tan vil y despreciable. Al conocer a Hiroshi, siente ese doloroso estremecimiento, porque ese niño le recuerda al joven que ama.

Su estómago se revuelve al ver las viejas cicatrices. Si esa criatura sigue al lado de esa mujer, ¿correrá hacia el mismo camino? ¿Solo tienen que sentarse a esperar las tristes noticias?

Apacigua sus emociones, él necesita hacer algo, no puede quedarse callado.

—Sé que no es asunto mío, pero me gustaría que me escuches un momento.

Se aferra más fuerte, no se atreve a mirar a Soichi y comienza a relatar la breve conversación que ha mantenido con Hiroshi.

Le explica que el niño está solo. Su padre se ha ido, y así como se fue se ha olvidado de él, ha formado una nueva familia, incluso en unos meses tendrá un nuevo bebé. Aunque el pequeño es tímido, le conto cómo en el colegio lo maltratan y golpean porque su madre es latina. Pero lo que más le molesta a Lían, es que ella está haciendo lo mismo que hizo con Soichi: insulta y maltrata a Hiroshi, lo encierra y no permite que tenga mascotas o juegue.

Aun así, el joven no responde a lo que le está diciendo. No reacciona. Lían lo gira y lo mira a los ojos.

—¿No vas a hacer nada? ¡Es tu hermano al final de todo!

Pero él no responde

—¡No seas infantil! ¡Es un niño, no tiene la culpa!

El joven cierra los ojos y murmura.

—¿Crees que podría hacer algo? Hay cosas que no se pueden solucionar.

Lían está tenso, en el fondo sabe que Soichi tiene razón, pero es injusto. En su momento, él tuvo a Hanna, y ahora está a su lado para apoyarlo. ¿Por qué ese niño tiene que enfrentar todo eso en soledad? El corazón del hombre está demasiado triste, su voz temblorosa.

—Solo te pido que lo ayudes, que lo intentes. Aunque no lo creas, él quería conocerte. Es injusto que... que... ¡Mierda! ¡No pensas que podría pasarle lo mismo que te pasó a vos!

Soichi suspira.

—Veré qué puedo hacer.

—Gracias, gracias, gracias —dice ilusionado, y lo abraza con fuerza.

El peso que mantenía en el pecho se alivia, de alguna forma va a lograr ayudar a Hiroshi. Pero lo que más desea es que esos hermanos puedan unirse. Él sabe que Soichi no es indiferente como lo hace notar.

La noche se carga de conjeturas y estratagemas.

Juntos logran aliviar el destino del pequeño.

Juntos quieren darle una oportunidad a Hiroshi.

◇◆◇

Al día siguiente se hace la propuesta. Soichi acepta la venta de la empresa, donde tiene un generoso 35% de las acciones.

Para evitar cualquier reacción desagradable de Victoria, se encuentran en un café, aunque no va a ser tan fácil. El joven se presenta con una sonrisa de oreja a oreja, con una camiseta blanca y unos shorts negros, se sienta frente a su madre.

Victoria está con un vestido rojo, su rostro perfecto se desalinea por un momento, su hijo mayor lo ha hecho a propósito. Llegar a su encuentro exponiendo todas esas cicatrices en brazos y piernas, la mujer quiere vomitar.

Hiroshi, que está sentado a su lado, desparrama destellos de felicidad al poder tener a su hermano cerca. Lían, por su parte, se queda en la vereda esperando. Extiende sobre la mesa una carpeta.

—Victoria, quiero que revises este documento. Si estás de acuerdo, fírmalo y haré lo mismo.

La mujer toma su taza de café y lo observa.

—¿De qué se trata esto?

Soichi mira a su hermanito, su expresión es diferente a la del día anterior.

—Digamos que tengo un poco de interés en algo.

Victoria es astuta, calcula de qué se trata.

—¿Y si no estoy de acuerdo?

—Sencillo, no firmo. —Se levanta y extiende la mano hacia Hiroshi—. Te doy tres horas, voy a dar unas vueltas con el niño, cuando vuelva espero ver tu firma en ese documento.

—¿Quién te dijo que podrías llevártelo?

Las pestañas de Soichi se arquean en forma de medialuna, y aunque sonríe, su voz es amenazadora.

—Sos inteligente, vos misma dijiste que esta era la mejor oferta. Como lo veo, sé que el precio te resultará insignificante.

El pequeño toma la mano del joven, juntos salen de esa puerta dejando atrás el pasado, abriendo una oportunidad para ambos. Los hermanos comienzan a conocerse, entre hamburguesas y helados se dan cuenta de que comparten muchas cosas. Lían admira risueño la situación, toma varias fotos para inmortalizar este primer encuentro.

Le explican a Hiroshi el plan que tienen, por supuesto todo depende de la decisión del niño. Si él rechaza la idea, solo deben romper aquel contrato.

El pequeño se lanza a llorar, no puede creerlo, hay dos personas que están interesadas en cuidarlo y quererlo. Asiente con lágrimas de felicidad.

Las tres horas han finalizado, los hermanos entran al bar.

Como Soichi lo cálculo, ella firmó sin titubear.

Victoria logra lo que quiere, podrá vender la empresa e Hiroshi irá a un internado en Europa. Ella se libra del niño, porque a su vez, cuando el pequeño tenga sus vacaciones escolares, deberá subirse a un avión y viajar hacia los brazos de su hermano. Claro, todo esto saldrá del bolsillo de Soichi, ella no deberá destinar un centavo hacia su hijo menor.

Extasiada por sus logros, se despide.

—Espero no tener que volver a verte.

El joven responde con seriedad.

—Lo mismo digo.

La pareja abraza a Hiroshi con mucho afecto y calidez, el niño está muy feliz, ahora será libre.

Ambos están satisfechos, se viene una gran responsabilidad, pero juntos toman la decisión de unir sus vidas a la de ese niño. No hay arrepentimientos, por el contrario, se sienten llenos de dicha. Unen sus manos y caminan hacia su hogar.

Lían sonríe, con su voz llena de alegría.

—Creo que el departamento nos va a quedar pequeño.

Soichi, por el contrario, frunce el ceño.

—Yo necesito revisar mi plan de acciones.

El hombre abraza al joven.

—Tranquilo, todo va a salir bien...

Te amo, Soichi.

 

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