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La situación había escalado.
Al ver al reportero, este fue el único pensamiento en la mente de Oliver Charles.
Finalmente se dio cuenta de que algo andaba mal.
¿Cómo podía un simple caso de plagio convertirse en un fiasco tal?
Donald Hyde solo no habría podido contactar con la prensa.
Miró a Eve Thompson, ansioso, y le urgió —¡Date prisa y encuentra a mi hermano!
Eve, por otro lado, parecía sorprendentemente tranquila, mirando su teléfono sin ningún sentido de urgencia.
Estaba cambiando una contraseña.
Ese mensaje de texto podría haber sido una trampa.
Siendo cautelosa por naturaleza, decidió tomar control de la cuenta en el extranjero y cambiar su contraseña, haciéndola enteramente suya.
Una sonrisa astuta centelleó en los ojos de Eve y en la comisura de su boca mientras sus dedos esbeltos alteraban hábilmente la contraseña en su teléfono.
Solo después de cambiar la contraseña, dirigió su atención hacia el decano y su mentor.
El decano estaba en graves problemas.