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Eve Thompson se vio tomada por sorpresa cuando escuchó sus palabras:
—Devuelvo tu beso de buenas noches.
Al instante siguiente, su cabeza fue sujetada en su lugar y su visión se oscureció.
—¡Él capturó sus labios!
La noche estaba tranquila.
Los árboles se mecían a ambos lados, la luz de la luna brillaba a través de las hojas, proyectando una sombra moteada en el suelo.
La apasionante escena de ambos abrazándose y besándose hizo que los insectos de alrededor se quedaran en silencio, como si temieran molestarlos.
Su beso parecía durar una eternidad.
Eve sintió su tierna sonrisa, empezando por una dulce incursión y profundizando gradualmente hasta volverse casi locura.
No fue hasta que apenas podía respirar cuando el hombre la dejó ir.
Al marcharse, un hilo de plata se estiró entre sus labios y ondeó en el aire...
La mirada de Eve estaba borrosa, sus mejillas enrojecidas. Podía ver sus oscuros ojos, con un atisbo de deseo contenido.