El lujoso Bentley aparcado en la entrada de la universidad ya había atraído la atención de quienes estaban alrededor.
Todo el mundo miraba en esta dirección.
Eve Thompson no lo notó, pero el hombre en el coche ya lo había percibido.
Sus ojos negros como el alquitrán la miraban directamente y abrió la boca:
—Sube al coche.
Su tono era ligero, pero llevaba un innegable sentido de mando.
Eve sintió que Anthony estaba de mal humor en ese momento, pero no se atrevió a desobedecerle y se subió al coche.
La puerta se cerró y el automóvil arrancó, avanzando lentamente por la carretera.
La presión dentro del coche era un poco baja.
Eve parpadeó y miró a Anthony.
Anthony observaba la delicada y blanca cara de la chica, apretando su barbilla.