En el instante en que la otra parte contestó su llamada, sus ojos se iluminaron de inmediato, llenos de esperanza o alivio.
Una noche entera de espera había creado tanta queja en su corazón que en ese momento, estaba al borde de las lágrimas. Sin embargo, enderezó el cuello y ladró con dureza —Zi Chuan, ¿dónde diablos estás? ¿Sabes que yo
—Xiao Qiao.
Su voz, al borde de cambiar debido a la pubertad, interrumpió la de ella.
Aunque solo había dicho un par de palabras, su voz le dio a Qiao Lian una sensación de mal presentimiento.
Ella dejó de gritar, como si temiera lo que él estaba a punto de decir. En cambio, sonrió y dijo —Zi Chuan, ¿cómo estás? ¿Pasó algo?
Lágrimas rodaron por su rostro mientras forzaba una sonrisa —Zi Chuan, ¿podrías venir a verme, por favor?
Una vez que terminó de hablar, él se quedó en silencio por un rato antes de pronunciar la última frase que uno dice en una relación —Xiao Qiao, nunca volveré a verte.
Beep, beep, beep…
