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Chapter 9 - Fobos

El barco estaba completamente destrozado, la madera astillada, el mástil caído y la enorme vela repleta de agujeros, si bien la tormenta quedó atrás y la barca aún flotaba mientras se movía lentamente de lado a lado por el oleaje, ahora vagaba sin rumbo alguno y sus tripulantes yacían de espaldas acostados sin hacer el más mínimo ruido mientras veían como poco a poco la niebla iba llenando el vacío del océano. El silenció reinaba, como un tímido recordatorio del fracaso que sentían habitaba en sus cuerpos; Niko fue el primero en levantarse.

 

-Y bien maestro estratega Asterión ¿Cuál es el plan?

 

Decía Niko de manera sarcástica mientras se recostaba sobre la baranda de estribor mientras observaba el tranquilo mar.

 

-Vamos, lidéranos.

 

Asterión seguía acostado.

 

-No hay plan Niko… No hay ningún plan.

 

El joven tracio todavía herido por la batalla pareció recuperar energía por la ira, solo para desatarla en Asterión, agarrándolo del cuello.

 

-¿No hay plan, entonces qué, solo vamos a sentarnos aquí a morir?

 

Asterión solo cerró los ojos.

 

-Quizás.

 

Un golpe seco recibió el rostro del polemarca.

 

-¿Para qué mierda te enlistaste si eres tan débil? Mira como terminaste, pedazo de basura, como puedes ser tan inútil.

 

Cuando el tracio preparaba el segundo golpe Laconia lo detuvo con su brazo izquierdo, el derecho seguía roto y no parecía mejorar, el favor de Hefesto era demasiado tenue entre la niebla.

 

-¿Y tu qué, por qué sigues y defiendes a este enfermo, acaso te gusta por lo patético que es? Malditos sean todos, todos ustedes malditos miserables. Tú un lisiado sin bendición, vales menos que un perro, y tú una esclava glorificada, hija bastarda de una hidra, pedazos de fracasados ahora lo entiendo, ambos son un dúo de abandonados.

 

Niko entregó su espada a Asterión

 

-Vamos, mátame, así quizás puedas irte al inframundo habiendo matado a un bendecido aunque sea, vamos gran polemarca.

 

Asterión no tomó el arma, solo observó el rostro del muchacho.

 

-Vamos, vamos, por favor.

 

Estaba llorando.

 

-¿Por qué, por qué el arconte me envió a morir, por qué?

 

Asterión se sentó con la espalda contra el barco, miraba el cielo como buscando algún destello de luz entre toda la neblina.

 

-Lo siento Niko… lo siento.

 

El silencio volvió a reinar, el sonido de las olas era como una canción de cuna que anunciaba la muerte de la media falange.

 

-Perdón Laconia, Asterión. Tengo miedo, no quiero morir.

 

Asterión seguía sentado, mirando las velas rotas del mástil. Laconia se acercó a Niko.

 

-No tuvimos tiempo de conocernos antes niño ¿Por qué te enlistaste?

 

Niko se secó las lágrimas con su antebrazo.

 

-Cuando recibí mi primer favor a los catorce años todos mis profesores estaban asombrados, me trataron como un genio y me enseñaron de forma privada, ahí entrené y entrené hasta que mis huesos no pudieron más, luego a los quince años fui junto a los hoplitas de Helena a mi primer combate real, ahí fui bendecido con mi segundo favor y el arconte solicitó una audiencia.

 

Laconia escuchaba con una ligera sonrisa en su rostro, que se desvaneció al escuchar la última oración.

 

-Continua.

 

-El arconte de la luz reconoció mi talento y dijo que alguien como yo no podía quedarse como un simple hoplita, me encargó explorar el laberinto en busca de nuevas salidas y entrené para ser un Tracio, un año después estoy aquí, todo para nada.

 

Una triste calma inundó a ambos hasta que Laconia decidió continuar.

 

-Bueno, al menos tuviste más opciones que yo, cuando el arconte tinto me encontró abandonada en los bosques a mis diez años él no podía creerlo "¿Un vástago de una hidra?" seguro que fue un golpe de suerte para él sabes, me capturaron y me entrenaron para ser un guerrero desde entonces.

 

-Pero ¿Cómo te encontró a esa edad? Yo pensaba que te hallaron recién nacida.

 

-Vivía junto a una gran loba quien me alimentaba junto a sus crías, no se donde ni cuando me encontró, desde que tenía memoria ella me cuidó.

 

-Eso es…

 

-¿Raro?

 

-Bastante genial, señorita Laconia.

 

Ambos rieron un poco, dispersando su pena, aunque sea por un momento.

 

-Aun así señorita Laconia ¿Por qué trabaja con Asterión, Si usted no tuvo opción y fue entrenada por los arcontes no debería trabajar directamente para ellos?

 

-Esa es una historia para otro día Niko.

 

-¿Eh?

 

-Mira a Asterión.

 

El polemarca se había levantado e intentaba levantar el mástil sin resultados positivos por su falta de fuerza.

 

-¿No dijo que no había ningún plan?

 

Laconia sonreía.

 

-Desde que lo conozco él nunca ha estado sin armar un plan en su cabeza, si el dice que no hay un plan, solo descansa y se le ocurrirá algo. Mi brazo aun no se recupera, hazme el favor de ayudarlo.

 

Niko fue de inmediato, agarrando la cuerda junto al polemarca y levantando el mástil lentamente.

 

-Lo siento Niko, el plan fracasó y ahora estamos en este problema, pero no pienses que nos hemos rendido, al contrario que tú y Laconia yo no soy un genio sabes, tengo que pensar las cosas.

 

El mástil estaba de vuelta en su lugar.

 

-Ayúdame a quitar la vela y por ningún motivo mires abajo.

 

-No tengo miedo a las alturas.

 

-No es por eso, escucha.

 

Sonidos extraños provenían de abajo del barco, como si cientos de dedos estuvieran rascando y destruyendo la madera a costa de sus uñas.

 

-¿Qué es eso?

 

-No lo sé, pero nos están arrastrando cada vez más hacia la niebla, por lo que ahora sé cómo volver.

 

Ambos quitaron la vela y la llevaron a la cubierta, estaba agujereada en varias partes. Asterión rompía la tela más externa de la vela y colocaba los restos en los agujeros.

 

-¿Piensas reparar la vela? Pero no hay viento.

 

Asterión deshacía partes de su túnica de lana para hacer un hilo y con un pequeño cuchillo deformado; que parecía hecho por un completo novato, hacía diminutos hoyos en la vela y los parches para pasar el hilo de forma rudimentaria y torpe.

 

-Ayúdame a coser la vela.

 

Niko y Asterión cosían la vela lo más rápido que podían, presionados por los sonidos de las uñas rompiéndose contra la madera que se hacían cada vez más fuertes.

 

-Asterión…

 

-¿Sí?

 

-¿Por qué te enlistaste?

 

-Porque soy un débil pedazo de basura.

 

-… Lo siento por eso, yo lo hice por recomendación y Laconia no tuvo opción ¿pero tú, por qué? Eres un soldado incapaz defenderse a sí mismo y ahora no lo digo como un insulto.

 

-… Se lo juré a mi mejor amigo.

 

-¿Le juraste que serias un polemarca?

 

-No.

 

El barco se movía cada vez más rápido hacia las profundidades del mar y este se volvía más y más oscuro. La vela ya estaba lista.

 

-Niko, sujeta el extremo derecho, yo llevaré el izquierdo.

 

-Asterión, no hay ni siquiera una brisa.

 

-Generaremos una, Laconia, genera la mayor cantidad de calor que puedas en tu palma.

 

El intenso calor casi quemaba los rostros de los hombres quienes apenas podían abrir los ojos.

 

-Ya veo, el aire sube con el calor y si apuntamos la vela en cuarenta y cinco grados.

 

El barco detuvo su retroceso y lentamente comenzó a avanzar, la vela era solo la mitad de lo que era antes pero aun lograba su objetivo, Asterión amarró los extremos al suelo y Laconia solo se recostó en el piso con su palma hacia arriba.

 

-Aun así vamos muy lento, quien sabe cuánto tardaremos en volver a tierra.

 

-Para eso tengo mi último truco, cortemos el mástil para que caiga hacia atrás y deshagámonos de él.

 

-Menos peso y la caída nos dará algo de impulso, vamos.

 

Asterión intentó levantar la espada de Laconia pero apenas pudo subirla por sobre sus rodillas hasta que colapsó, Niko con su propia espada fue talando el mástil hasta que este cayó contra la popa del barco y luego "ambos" lo empujaron al mar; Niko hizo casi todo el trabajo, ganando unos cuantos nudos más, ninguno de los dos observó lo que había debajo de la cortina de agua.

 

 

La niebla se iba disipando lentamente con el pasar del día, Laconia dormía mientras su palma todavía calentaba el aire y Asterión tenía su brazo levantado contra la vela con cuidado de no quemarse él, Niko solo observaba el cielo nocturno que finalmente podía verse entre la niebla.

 

-¿Crees que los minotauros sigan ahí?

 

-Lo dudo, este ataque solamente fue para destruir la ciudad, probablemente en venganza por los esclavos.

 

-… ¿Que le juraste?

 

-¿Qué cosa?

 

-Que le juraste a tu amigo que te llevo a arriesgar así tu vida y convertirte en un polemarca.

 

-No es nada tan increíble, solo le juré que pasara lo que pasara, nosotros siempre seriamos amigos.

 

-¿Eso es todo, que tiene que ver eso con todo?

 

-Todo tiene que ver, mi amigo no era muy querido por su "familia" por lo tanto decidí que cambiaría las cosas, para que nuestra amistad pudiera seguir, sin importar lo que ellos pensaran.

 

-¿Y para eso debías volverte un polemarca?

 

-Para eso debo escalar un poco más alto que polemarca.

 

-¿No te refieres a?

 

-Arconte

 

Niko abrió los ojos tanto que hasta parecía que se iban a salir de sus cuencas.

 

-Tú, estas demente ¿sabes?

 

-Quizás

 

-Ninguno de los otros arcontes lo aceptaría.

 

-Lo se.

 

-Ni el ejército, ni las falanges.

 

-Si.

 

-Ni los ciudadanos, es imposible Asterión y ahora no lo digo desde la rabia, un heleno sin ninguna bendición no puede tomar ese puesto.

 

-¿Por qué?

 

-Porque representa la cúspide de la fuerza y la sabiduría de nuestra nación, además solo quieres llegar ahí por tu capricho con ese amigo, solo vas a conseguir que te maten, si no los myrmekes o los minotauros serán los mismo arcontes solo por sugerir tal herejía.

 

-Niko, yo nací un defecto, por definición yo no debería existir, tampoco debería siquiera soñar con grandeza, pero aún así lo deseo, tienes razón lo hago por capricho, simplemente por las ganas de reírme y burlarme de todos aquellos que nos miraron en mal, tanto a mi como a mi amigo, quiero demostrarles a todos estos jóvenes arrogantes y vejestorios tontos, que mi vida valió la pena.

 

Niko agachó la cabeza, nunca antes había conocido a alguien con un sueño tan ambicioso, nadie sueña con ser arconte porque sus hazañas siempre son cosas de leyendas, de los libros de historia y que un hombre tan pequeño como Asterión haya avanzado tanto, Niko siempre pensó que el polemarca había alcanzado ese título arrastrándose de la fama de Laconia, pero por primera vez, el joven sintió una gota de respeto y admiración, caer en su mente.

 

-Debe ser un muy buen amigo, para que estes dispuesto a llegar tan lejos por él.

 

-Si… Es la persona más fuerte que he conocido en mi vida.

 

La playa se veía a lo lejos.

 

-Ahora que recuerdo, nunca nos presentamos formalmente, mi nombre es Niko de Hitas, es un gusto.

 

-Soy Asterión de Helena, un placer Niko.

 

-¿Cuál es el nombre de tu amigo?

 

-Cuando volvamos a Helena, te lo presentaré, guardemos su nombre para ese encuentro.

 

-Si que te gustan las sorpresas.

 

-Quizás.

 

 

El barco se detuvo contra la arena en la playa, en su cubierta sus tres tripulantes dormían plácidamente, la vela los cubría del frio y sin una luna en el cielo, la oscuridad los abrigaba y traía al mundo la tranquilidad del descanso y el abrazo de Morfeo.