—Yo… —Sin esperar a que Qiao Mianmian hablara, dijo aún más fríamente:
— Eres la esposa del Presidente Mo, así que, por supuesto, tienes ese poder. ¿Cuál es el sentido de mantener a este tipo de empleados?
Los ojos de Qiao Mianmian se iluminaron.
—Entonces, ¿estás de acuerdo?
—Qiao Mianmian, tú eres mi mujer. Si alguien se atreve a hacerte sentir agraviada, dímelo y, sin importar quién sea la otra parte, buscaré justicia para ti. —Recuerda, ahora que estás casada conmigo, puedes hacer lo que quieras. Me haré responsable de todo.
La baja y arrogante voz del hombre penetró suavemente en su oído.
—Él había dicho: Qiao Mianmian, ahora que estás casada conmigo, puedes hacer lo que quieras. Me haré responsable de todo.
En ese momento, una corriente cálida fluyó suavemente en su corazón.
A lo largo de los años, solo podía depender de sí misma y se había forzado a ser independiente y fuerte. La persona de la que podía depender siempre había sido ella misma.
Pero ahora…