Qiao Mianmian se mordió el labio y permaneció en silencio.
Mo Yesi sabía que realmente estaba preocupada por eso.
—No tengas miedo —colocó su grande y cálida mano sobre su cabeza y miró hacia abajo, el delicado rostro de ella reflejado en sus profundos ojos—. Conmigo presente, nadie será duro contigo. Te prometo que si te sientes infeliz allí, podemos irnos en cualquier momento.
—Mianmian, eres mi esposa. Te valoro, por eso quiero llevarte a ver a mis padres pronto. Espero que no solo a mí me gustes, sino que mis padres y parientes también puedan quererte.
La voz del hombre era suave y persuasiva.
También estaba impregnada de una rara paciencia.
Después de todo esto, Qiao Mianmian realmente no podía rechazar.
A pesar de la aprehensión en su corazón, ella aún cedió.
—... Está bien.
Tendría que ir a casa con él tarde o temprano.
No había escapatoria.
Y como él dijo, ya había conocido a su familia y amigos, por lo que no se justificaría si se negara a ver a su familia.
