Aún caminaba hacia la casa vieja cuando vio a los bebés sentados uno al lado del otro en el umbral. Casualmente, San Bao levantó la cabeza y miró. Tan pronto como se encontraron las miradas, saltó y gritó —Hermano Mayor, ¡Madre ha vuelto!
Lo gritó mientras corría hacia ella, y los bebés, que reaccionaban lentamente, la siguieron.
—¿Qué pasa? ¿Por qué están todos sentados en el umbral absortos? ¿Están... esperándome? —Mo Ruyue solo logró adivinar las intenciones de los bebés a mitad de su frase.
—Madre, has estado fuera todo el día. —San Bao fue la primera en llegar a Mo Ruyue. Hizo un freno de emergencia cuando estaba a un paso de Mo Ruyue. Mientras decía eso, se rascaba la parte posterior de la cabeza avergonzada.
—Yo también me fui por un día antes. —Las palabras de Mo Ruyue eran un poco rígidas. De repente se dio cuenta de que sus bebés la habían estado esperando y preocupándose por ella cuando salió de casa.