—No podemos simplemente dejarlo así —dijo Li Zeyan con una mirada firme en sus ojos.
—¿Qué quieres? —preguntó Mo Ruyue cruzando sus brazos y mirando fijamente a Li Zeyan, tratando de descifrar lo que él iba a hacer.
Shen Yunyan era bastante capaz. En apenas unos días, había lavado el cerebro de Li Zeyan. No podía evitar preguntarse si fue un error dejar que Li Zeyan siguiera a Shen Yunyan. Li Zeyan era un adolescente de 16 años. No debía ser desviado por otros.
—Hiciste caer a Hermana Yun Yan, así que tienes que disculparte con Hermana Yun Yan —el joven gritó sin miedo. No era tan alto como Mo Ruyue, así que tenía que levantar un poco la cabeza.
—¿Quieres que me disculpe? —Mo Ruyue se rió como si hubiera oído un chiste gracioso.
—Li Zeyan, entiende bien esto. Soy la Santa del Mundo Demoníaco —afirmó ella.
—¿Qué pasa con la Santa del Reino de los Demonios? Si haces algo mal, ¡tienes que disculparte! —exclamó.