—¿Quién eres exactamente? —preguntó preocupado el magistrado del condado. Este también estaba maquinando en su corazón. ¿Y si estas personas fueran ricas o nobles y él no se pudiera permitir ofenderlas? —pensaba, pero, a juzgar por su ropa, no parecían provenientes de una familia rica. No obstante, a juzgar por sus rostros, no eran de una familia ordinaria, especialmente por su aura. Era imposible que las personas ordinarias la tuvieran.
—No tienes por qué preocuparte si somos comunes o dignatarios. Hemos salvado a estas personas, y muchas de ellas siguen gravemente heridas y necesitan ser tratadas —dijo firmemente uno de los recién llegados.