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Aun cuando escucharon esta noticia, todos sabían muy bien que con la magnitud de esta catástrofe natural, habían corrido a toda velocidad sin dormir ni descansar. Incluso obligaron a Mo Ruyue a entrar en el espacio para esconderse. ¿Hasta dónde podrían correr esas personas que ni siquiera tenían un carruaje?
Todos evitaban tácitamente este tema.
No importaba cuán tristes estuvieran, ya había sucedido, y nadie tenía la capacidad de hacer nada.
—Madre, vámonos. Ya no quiero quedarme aquí —Tang Tang se acercó al lado de Mo Ruyue y le tomó la mano.
La sonrisa en su rostro había desaparecido, y se veía mucho más deprimida.
Después de ver personalmente el miserable estado del Pueblo Qin, realmente no podía estar tan feliz como antes.