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—Puedes informarles, pero depende de ellos si lo creen o no. Y aunque no lo crean, no le digas a nadie sobre mí. De lo contrario, no me preocuparé por el acuerdo de alianza ni por nada. No me culpes por romper con ustedes. —dijo Mo Ruyue sin importarle.
Desde que Gu Ying regresó a su lado, nada podía asustarla. A lo sumo, llevaría a sus bebés al medio y haría desaparecer su último punto débil.
En su vida anterior, ella y Gu Ying habían destruido un país de tamaño medio y un sinfín de organizaciones que hacían temblar de miedo a las personas. Habían ganado con poca gente, todos expertos. No creía que las familias Xiao y Ouyang no lo pensarían cuidadosamente.
—Está bien, gracias, Señora Qin. Entonces, ¿va a recoger personalmente a los jóvenes maestros y damitas, o quiere que yo lo organice? —preguntó Bai Jinshang, manejando todas las negociaciones con Mo Ruyue, mientras Bai Shiyuan observaba y aprendía en silencio desde un costado.