—Señorita, la doctora que el Viejo Maestro ha encontrado para usted ha llegado —ha dicho que primero revisará su condición.
La Señora Du dijo respetuosamente a Qing Xi:
—No quiero verlo. Ya es así. Solo viviré un día a la vez. Al final del día, seré libre.
La voz sonaba muy joven, pero transmitía un rencor desanimado. Se decía que desde que esta joven había contraído esta enfermedad, se había encerrado en su habitación durante varios años. Su temperamento originalmente consentido se había vuelto cada vez más extraño y difícil de entender. Las sirvientas a su alrededor eran cambiadas como agua corriente, pero nadie sabía a dónde habían ido las nuevas.
—Qing Xi, tengo una idea general de tu condición —no es imposible curarte, pero necesito tu cooperación. De lo contrario, perderás la esperanza original.
Mo Ruyue acababa de hablar cuando oyó un resoplido frío del otro lado.