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Chapter 2 - Los ojos de un Dragón

POV Eirwen

La cubeta cayó de mis manos con un sonoro golpe, y lo que siguió de golpear el suelo, fui yo.

Nadie había ido a esa parte de los terrenos del castillo desde hace por lo menos 7 años... ¿Estaba viendo un espejismo? ¿Una alucinación? Eso era altamente probable, considerando que tenía una fiebre del demonio...

—Hueles a sangre.

Su voz, profunda como el océano y poderosa como una tormenta, mandó escalofríos por todo mi cuerpo, indicándome que no estaba imaginando su presencia frente a mí. El terror me invadió, y aunque el Segundo Príncipe me había marcado a fuego la idea de que debía obedecer todas las órdenes de los dragones y quedarme sumisa ante su presencia, el miedo se apoderó de mis acciones. Me arrastré hacia atrás en el suelo y luego me levanté corriendo en dirección de la cabaña. El terror fue tan ciego para mí que no se me ocurrió ni saludarlo como debería haber hecho, o lo más evidente, que esa cabaña destartalada no haría nada de protección en contra de un dragón adulto y enorme como ese detrás de mí.

Cerré la puerta con un portazo, temblando de pies a cabeza y tratando de pensar en alguna solución o escape de esa criatura que apenas registré creo que pasaba de los dos metros de altura.

Yo apenas alcanzaba un metro setenta... era bajita para ser elfa, sí. La falta de un bosque que me nutriera había cobrado sus efectos secundarios.

Si a ese gigante se le antojaba destruir mi único lugar seguro, no podría hacer nada en contra suya.

Tremenda idiota... ¿Cómo se te ocurrió gritar así e irte? ¡Debiste saludarlo como te enseñaron a hacerlo!

Pero mi cuerpo no dejaba de temblar, recordando el dolor y la tortura que había pasado en el castillo tiempo atrás. Y siempre en cada salón en el que estuve, estaba un dragón presente, viendo todo con su sonrisa sádica y enferma...

Un momento, ese no fue el Segundo Príncipe, ¿o sí?

Con el corazón latiendo a mil, gateé por el suelo hasta llegar a una ventana, donde me asomé apenas lo suficiente para buscar a ese enorme Cambiante dracóneo.

A mi terror y alivio a la par, lo vi aún al otro lado del pozo, viendo a la dirección de mi cabaña con una extraña expresión perdida, confundida y la otra mitad indescifrable. Pero no era el Segundo... de hecho no sabía ni siquiera quién era, pero si era dragón, era por supuesto alguien de sangre noble.

Según tenía entendido, a pesar de ser la familia Cambiante más poderosa entre su raza, solo había pocos dragones en su reino. Probablemente 5 o 6 familias en total de sangre pura, cada una a lo mucho de 4 integrantes cada una.

Y no conocía los rostros de todos... apenas y los nombres de algunos, y de ese dragón en particular, no sabía absolutamente nada. Nunca lo había visto antes en el palacio. Y si ese era el caso, entonces quizás era uno de los otros nobles.

¿Habría alguna fiesta en el castillo en la que todos los dragones se juntaron al mismo tiempo? Quizás su rostro confundido era uno de aquellos de borrachos que simplemente se le pasaron las copas y terminó perdido. Y no lo culpo de la confusión, viendo una elfa en medio de la nada. Hasta donde yo estaba enterada, ya casi nadie recordaba mi existencia.

Sus ojos amarillos se veían bastante claros a la distancia, y por eso fue que justo al momento que los bajó para verme a la ventana, el corazón se me detuvo unos instantes y de inmediato volví a esconderme.

Los rápidos movimientos y el constante martilleo de mi corazón por fin me la cobraron y un mareo se apoderó de mi cabeza, dándome náuseas y un nuevo palpitar en mis sienes que solo me hicieron sentir peor. Tenía que venir ese dragón justamente cuando me sentía enferma y...

Un momento. ¿Qué es lo que dijo antes de que saliera huyendo...?

"Hueles a sangre".

Las palabras por fin se hicieron un rincón en mi cabeza y mi cara - de por sí caliente -, terminó por ponerse más roja a niveles del magma.

Esos estúpidos cambiantes y sus sentidos aumentados. ¿Por qué tenía que decir justamente eso por encima de todos los insultos que al menos ya estaba acostumbrada a escuchar? ¡Hablando de mi periodo tan normal!

El mareo empeoró con rapidez, dejándome cada vez más débil e incapaz de mantener el suelo debajo de mis ojos donde debía estar. A ese paso, sabía que iba a desmayarme, pero la presencia del dragón a mi espalda era el único hilo de consciencia que me quedaba. Si caía en esos momentos, ¿quién sabe qué podría hacer esa criatura conmigo?

Mis temblores regresaron, subiendo todavía más mi temperatura.

Creo que me estaba muriendo a ese paso...

Mi corazón estaba como loco a ese punto. ¿Acaso estaba teniendo un ataque al corazón?

No... no, quédate despierta...

Pero entre el shock, el miedo y la enfermedad, creo que terminó por ser demasiado para mi cuerpo debilitado. No sé en qué momento sucedió, pero todo mi mundo se oscureció a mi alrededor, regresando a mi universo de pesadillas y terrores nocturnos, pero ahora con esos brillantes ojos amarillos persiguiéndome en ellos...

...

POV Alasthor

(Tres días antes)

Las repercusiones de la guerra habían sido mayores a las esperadas cuando nuestra única intención había sido liberarnos de la soberanía de los fénix y los elfos.

Nadie habría pensado que - cuando capturaron a los dragones para el trabajo forzado y sus enfermos experimentos con nuestros cuerpos - habían hecho una cadena de sucesos que terminaría en lo que hoy en día era nuestro reinado semi absoluto sobre el continente.

Pero tras derrocar a los Reyes Corruptos, la paz del reino pendía sobre un hilo.

Con el creciente poder de los dragones y la aceptación de la unión de varias mandas de Cambiantes, el tratado de paz con los Vampiros y la Gente Libre, la otra mitad libre del continente se sentía amenazada por nosotros y las guerrillas se disparaban de un lado a otro en los bordes del reino.

¿Y de quién era el trabajo de mantenerlos a todos bajo control?

Por supuesto, del Príncipe Heredero, ¿no? Es decir, desafortunadamente yo.

Sin embargo, el tiempo se aplazó con esas guerrillas e intentos de paz. Cuando menos me lo esperé, habían pasado ya 10 años desde entonces y había pasado más tiempo fuera de la capital que en ella.

Podía tener la mejor o la peor de las reputaciones en las ciudadelas del exterior, pero cuando se trataba de mi propia ciudad natal, ya nadie me reconocía ni por la apariencia.

La bienvenida que tuvimos al entrar a la ciudad fue bastante superficial. La gente celebraba, pero felicitaron más a mi Beta Corbin que a mí, al haberle ordenado que encabezara la marcha en vez de hacerlo yo. Después de tanta atención en el exterior, prefería no destacar demasiado en el interior.

Además, el único que realmente me conocía físicamente era mi hermano y el idiota playboy ni siquiera me recibió a la entrada del castillo, sino dentro, rodeado de mujeres, pero con su favorita, Lorelei, sentada sobre sus piernas y él mismo a la cabecera de la mesa donde estaba el festín de bienvenida. Alrededor de él se sentaban los cuatro Señores Dragón, que voltearon a verme con miradas duras y críticas.

Nunca me había llevado bien con Tariq, pero aquello superaba cualquier insulto hasta ahora que había dicho o hecho frente a todos contra mí. Burlándose de mi autoridad, llenando todo el lugar con sus asquerosas feromonas alfa que desafortunadamente rivalizaban las mías al ser mellizos.

Pero por contribuciones, control y simple fuerza militar, yo debía estar en el lugar donde él estaba sentado ahora mismo. No por nada yo ostentaba el título de Príncipe Heredero y él no...

—Sigues vivo, hermano mío. —Tariq me observó con mirada burlona, levantando su vaso de vino en mi dirección para hacer su ridículo brindis. —Llevas tanto tiempo fuera de casa que casi olvidaba tu existencia, pero aquí estás, regresando con banderas de victoria sobre todas nuestras tierras. ¡Hurra! ¡Que nuestro querido Príncipe Heredero vuelve a casa!

Lo observé con desdén mientras el resto de nuestros guerreros celebraba su brindis sin tener la menor idea de la terrible relación entre ambos y el choque de poder que estábamos cruzando con las miradas, apenas controlándonos de no hacerlo con nuestras meras presencias. Los señores Dragón incluso ignoraron la tensión y levantaron sus copas, comenzando a felicitarme y hablar superficialidades que no me interesaron.

—Tariq. —Lo saludé sin el menor atisbo de emoción en la voz. No estaba de humor para aguantar otra víbora con un cuchillo en mi espalda esperando a hundirlo al menor descuido. —Veo que has arreglado el palacio a tu gusto. —Observé con asco a las mujeres de todos los tipos y formas que lo rodeaban atrás, todas cargando algo del festín en sus manos en espera de la solicitud de las mismas cuando fueran requeridas. Me di cuenta de que ninguna raza se repetía; una pantera, una loba, un águila y una coneja. Y claro, la principal, Lorelei, una dragona. Me di cuenta entonces de que los ojos de Lore me escanearon como si solo fuera un pedazo de carne, y el asco me invadió la boca con un sabor a tierra. Usé mis feromonas para rechazarla con fuerza, además de chocar contra las de mi hermano y marear a todos los cercanos presentes en la mesa. —¿No era eso el trabajo de tu esposa, la princesa elfa?

A la mención del título, todos en la mesa se quedaron callados.

Las noticias de que Tariq había desposado a la hija de nuestro mayor enemigo habían llegado a mis oídos casi un año después de la ceremonia. La sola idea de me había puesto furioso, pero enterarme tarde de ello cuando ya lo había hecho me había dejado iracundo. Creo recordar que la pelea en la que participé después de esa noticia, fui especialmente sanguinario en batalla.

¿Cómo se le había ocurrido a ese idiota tomar a una elfa como esposa? ¿Y a la elfa fantasma, por encima de todas las demás opciones? ¡Era la hija del enfermo que nos torturó a nuestro padre y a mí sonriendo mientras nos cortaba pedazos de nuestro cuerpo! ¿¡En qué estaba pensando ese idiota casándose con ella en vez de degollarla viva y colgarla en las puertas del palacio para que todos vieran cómo moría esa línea maldita de sangre!?

—Oh, Alasthor, mi querido hermano... ¿acaso no ves la ironía de todo esto? La progenie de esa basura de elfo, degradada a ser simplemente una ofrenda que su propia gente entregó sin rechistar. Lamento que no hayas tenido aún tu diversión con ella, pero te aseguro que esa cosa no es nada más que un feo regalo que hizo su gente para que no los extinguiéramos como hicimos con los fénix. —Bebió de su vino, riendo por lo bajo por una idea que yo no entendía aún. —Fue divertido jugar con ella el primer año. Sus gritos fueron exquisitos... —Levantó su vino al aire, siendo atrapado rápidamente por una de sus mujeres. —Pero al final terminó aburriéndome. Se desmayaba, se quedaba callada, se regeneraba y bloqueaba todas sus emociones. ¿Qué tiene de satisfactorio una prisionera que acepta sus castigos en silencio? Y tampoco iba a tomarla. Un tremendo asco solo de imaginarme metiéndosela...

—La hubieras matado. —Le corté antes de que siguiera alardeando de su idioticidad. —O mejor aún, la hubieras torturado hasta que muriera sola. —También había recibido noticias de que había sido simplemente abandonada a su suerte en los confines del palacio, libre de toda tortura y sufrimiento, algo que me hacía hervir la sangre de ira.

—¿Y no darte la oportunidad de descargarte con ella antes de que muriera? —Bufó desdeñoso, pero al menos en eso tenía razón. —Considéralo como mi regalo de bienvenida, Alasthor. Está fresca y lista para que la tortures todo lo que quieras, solo a una caminata de distancia de tus aposentos.

Con eso, reanudó el festín como si nada hubiera sucedido.

Tariq era muchas cosas, y entre ellas un manipulador nato que solía salirse con la suya con su enfermiza habilidad para dar a la gente lo que quería y obtener de ellos lo que quisiera. En este caso, había obtenido mi tolerancia... que probablemente era demasiado en ese nido de conspiraciones.

Pero esta vez tenía que concedérselo...

No podía esperar a jugar con esa estúpida elfa mimada y seguramente igual de orgullosa, cruel y barbárica que su padre.

Iba a hacerla pagar por todo lo que nos habían hecho sufrir, sin importar el tiempo que ya hubiera pasado. Quizás eso solo haría más delicioso el dulce jugo del fruto de la venganza...