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Chapter 2 - Bosque

Azael se encaminó hacia las afueras del castillo negro. A su derecha se extendía un amplio patio, donde se alzaba una plataforma de mármol. El mármol, moteado con manchas blancas sobre un fondo negro, confería un aura sombría al lugar. En el corazón de esa plataforma yacía un pilar de un metro de altura, con una pequeña hendidura triangular en su centro.

Mientras examinaba los alrededores de la plataforma, Azael percibió pasos que resonaban detrás de él.

"Veo que estás ansioso por emprender tu misión", comentó el Rey del Infierno, acercándose a la plataforma "¿O será que simplemente estás ansioso por llevar a cabo tus estupideces, esta vez en otro mundo?"

Rascándose la cabeza con gesto nervioso, Azael respondió a los comentarios del Rey.

"Hermano, estoy más que preparado para este viaje. No los decepcionaré. Sé que no confían plenamente en mí, pero esos viejos desgraciados no tienen otra opción", murmuró con un deje de desafío.

El Rey, rodando los ojos con exasperación, se limitó a caminar hacia el pilar central. Extendió la palma de su mano hacia arriba y materializó una ficha de plata, adornada con runas grabadas y con la misma forma triangular que la hendidura en el pilar. Antes de colocarla en su lugar, el Rey volvió la mirada hacia Azael y produjo una pequeña bolsa de cuero, lanzándosela con un gesto.

"Toma esto, te será de gran ayuda. No estarás completamente solo. Recuerda, tienes un año y medio para encontrar las llaves, de lo contrario, todos pereceremos", advirtió con solemnidad.

Azael atrapó la bolsa y la abrió lentamente, inspeccionando su contenido. Con una sonrisa de agradecimiento, levantó la mirada hacia su hermano.

"Gracias, hermano. Bueno, ahora coloca la ficha en el pilar. Es hora de partir", declaró con determinación.

El Rey del Infierno sonrió y, llevando la ficha hacia el pilar, la apoyó en su hendidura. Un haz de luz emergió del pilar, extendiéndose como una onda que envolvió toda la plataforma. Con rapidez, el Rey se retiró del lugar, dejando a Azael solo en la plataforma. 

Antes de desaparecer, Azael escuchó un susurro viniendo del Rey.

"Buena suerte hermano mío"

En un instante, tanto Azael como el resplandor desaparecieron, sumiendo el lugar en la penumbra una vez más.

Plano terrenal 

En lo más profundo de un bosque, donde árboles gigantes alzaban sus ramas retorcidas hacia el cielo, cada una asemejando un dedo huesudo apuntando hacia lo alto, y donde las hojas parecían lenguas verdes danzantes, un haz de luz comenzó a brillar de la nada. Primero, una luz débil que fue ganando intensidad hasta alcanzar su máximo esplendor, y de repente, una voz emergió de la resplandeciente aura.

"Carajo, ¿por qué no me advirtieron que el transporte se siente como la mierda? Tengo todo el estómago revuelto", exclamó Azael, quien acababa de llegar al Plano Terrenal.

"Bueno, bueno, ahora... ¿dónde diablos estoy?" Dijo mientras miraba a su alrededor.

"Tendré que caminar un poco, necesito averiguar dónde estoy y recopilar información sobre este plano", reflexionó Azael.

Después de un par de horas deambulando entre los árboles del bosque, Azael se topó con un antiguo sendero de tierra, ahora cubierto por la densa vegetación circundante. Optó por seguir el camino que se extendía hacia su derecha, deseoso de ver  hacia dónde lo conduciría.

Con el paso del tiempo, comenzó a divisar un destello de luz al final del camino. Incrementó el ritmo de sus pasos, harto ya de ver únicamente árboles, arbustos, insectos y pequeñas criaturas del bosque.

Cuando estaba a punto de salir del bosque, Azael escuchó gritos desgarradores resonando detrás de él.

AHHH AHHH ¡AYUDAAA!"

Azael giró rápidamente la cabeza hacia su izquierda y, con su aguda vista, divisó a una mujer humana corriendo hacia él.

La mujer alzó la mirada y distinguió a lo lejos a una figura alta, vestido con un traje de batalla negro. Al verla, una mezcla de alivio y lágrimas adornaron sus mejillas, surcando su rostro al ser acariciadas por el viento.

*Un Aventurero…estoy a salva* pensó la mujer mientras seguía corriendo. 

"¡SEÑOR... ¡POR FAVOR, AYÚDEME! ¡ME ESTÁN PERSIGUIENDO! ME VAN A ATRAPAR ¡POR FAVOR, AYUD…"

Sus palabras fueron interrumpidas por un agudo dolor en el pecho. Bajó la mirada y divisó un pequeño agujero atravesándolo. Al alzar la vista, se encontró con la mirada de una figura inesperada. No era un humano hacía quien ella corría,sino una criatura de piel rosada grisácea, orejas puntiagudas que recordaban a un Alto Elfo, cabello rojo oscuro y un brazo extendido apuntando hacia ella, específicamente con su dedo índice, del cual emanaba humo, el mismo humo que brotaba del agujero en su pecho. Sin fuerzas para continuar gritando, apenas pudo susurrar algunas palabras antes de desplomarse al suelo..

"¿Por... por qué?" Fueron sus últimas palabras, a las que la extraña criatura respondió con frialdad.

"Por que fuiste una molestia" 

Después de eliminar la molestia anterior, Azael se disponía a continuar su camino cuando escuchó gritos emergiendo nuevamente desde lo profundo del sendero. Se volvió una vez más y avistó a un grupo de criaturas, semejantes a ogros: altos, con cerca de 2.5 metros de altura, piel amarillenta, cabezas puntiagudas y grandes barrigas. Recordaba haber leído sobre ellos en uno de los libros de la biblioteca del castillo. Según el volumen, poseían poca inteligencia pero una fuerza física considerable; los humanos que se enfrentaban a ellos debían ser, como mínimo, un Guerrero de tres estrellas o un mago de cuatro estrellas.

El grupo estaba compuesto por cuatro ogros, siendo el más alto y corpulento el líder, quien rozaba los tres metros de altura. Los cuatro lo observaban cautelosamente, sus instintos les habían alertado sobre la peligrosidad de Azael, por lo que no avanzaron ni un paso más, limitándose a mirarlo sin articular palabra alguna.

Fue Azael quien rompió el tenso silencio.

"Bueno, ¿qué quieren? ¿También van a molestarme?" dijo Azael mientras levantaba su dedo índice, del cual emergía una luz negra.

El líder de los ogros empezó a sudar. Era extraño ver a una criatura tan primitiva como un ogro, que solo conocía la violencia y el instinto básico de supervivencia, ponerse nervioso de esa manera. Con dificultad, intentó articular algunas palabras.

"Yo... ogros... hambre", balbuceó el ogro, señalándose a sí mismo y luego al cuerpo de la mujer. Tras pronunciar esas palabras, no dijo nada más.

Observando la escena, Azael se esforzaba por contener la risa ante la torpeza con la que el ogro intentaba hablar. Sin embargo, al no tener intención de continuar en aquel lugar, simplemente agitó la mano en señal de indiferencia, se dio media vuelta y prosiguió su camino hacia el exterior del bosque.

Detrás de el, el líder ogro tomó el cuerpo de la mujer humana y con el resto de su grupo  se perdieron en el bosque.