Chereads / Voluntad Noble / Chapter 76 - La Determinación del Noble

Chapter 76 - La Determinación del Noble

Tratando de levantarse de la cama, aquel muchacho era detenido por la asustada niña quien no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

- Q-Quítate … debo ir rápido a ayudar …

- N-No … Él … Él dijo que se encargaría de todo. - dijo Charlotte con lágrimas en los ojos.

El joven al entender la situación por la que debería estar pasando aquella pobre niña quien solo era víctima de la situación, trató de calmarse para no preocuparla más.

- … ¿Cuántos años tienes?

- … Voy a cumplir 13 en dos meses.

- Bien. Entonces, cuando todo esto termine, invítanos a tu fiesta. - dijo Glen con una amable sonrisa.

- S-Sí …

Tratando de sentarse en la cama, el joven miró cuidadosamente por la ventana y pudo distinguir a dos hombres en la entrada quienes parecían estar esperando.

«Esos son … Parecen como si estuvieran vigilando … Los pasos que escuché en ese sótano … ¿eran de ellos? ¿Cuántos tipos son en total? Y lo más importante ¿Quiénes son y por qué han venido aquí?» era lo que pensaba Glen.

- N-No vas a salir, ¿verdad? - preguntó Charlotte entre lágrimas.

Viendo a aquella niña junto con su mascota, el joven respondió.

- No … trataré de descansar un poco …

No era mentira aquellas palabras, pero, aun así, la preocupación del joven no se disipaba.

«Por favor … espero que se te ocurra algo, Aren … »

Al terminar de pensar, un grito se escuchó desde el piso inferior.

La niña quedó aún más asustada abrazando al husky.

«¡¿Qué fue eso?!»

Aquel mismo pensamiento estaba en la mente de los sujetos que habían estado revisando el segundo piso al ver que uno de los suyos había gritado dentro de la habitación que debía inspeccionar.

Nadie habló ni murmuró, solo se hicieron señales de mano para comunicarse entre ellos.

Las señas un poco confusas de entender daban órdenes de que nadie se dividiera para buscar en el par de habitaciones faltantes. Repentinamente, este fácil asunto se había tornado en una misión mortal o así lo entendían ellos al escuchar el grito de uno de sus compañeros.

Dos filas se formaron; la táctica era simple: ingresar dos a la vez consecutivamente tratando de no dar tiempo a quien sea que estuviera acechándolos en aquella habitación.

Todos ingresaron ante la señal de uno de ellos.

Era como si el tiempo se hubiera ralentizado cuando todos ingresaron y el palpitar de sus corazones incrementaron más cuando vieron a su compañero tirado en el piso inconsciente, pero no había nadie más en el cuarto.

Inspeccionaron la zona y trataron de despertar al que había sido atacado, pero ninguna de las acciones dio resultado.

- ¿Cómo es posible esto? … ¿Quién lo atacó?

- ¿No habrá sido uno de esos tipos que pelearon con ese otro sujeto en el sótano?

- Puede ser … pero, ¿Dónde está ahora?

Mientras que se preguntaban entre ellos, uno de los hombres parecía haber sentido algo en el pasadizo y, tratando de revisar a lo lejos sin distanciarse del grupo, una repentina mano lo tomó por la boca evitando que haga ruido y se lo llevó.

- La ventana está cerrada, así que no creo que halla escapado por ahí … De igual forma, mantengamos juntos … no podemos dejar que otro caiga sin siquiera saber quién o qué está por ahí. - comentaba uno de los hombres quien estaba de rodillas viendo la condición del que taba inconsciente.

Uno de los hombres rio un poco.

- ¿Desde cuando esto se volvió una película de suspenso?

- Cállate, Wilfredo …

- Vamos, Gian … al menos no dejemos que el ambiente se ponga tétrico también.

- Oye, Axel … Cállalo por mí, ¿quieres?

Nadie respondió a aquella pregunta.

- ¿Axel?

Inmediatamente todos voltearon y notaron que uno más de ellos faltaba.

- O-Oye … esto ya no es divertido …

- Nunca lo fue … ¿este lugar está embrujado?

- Cállate … No existen los fantasmas … debe ser uno de esos tipos … ¡Todos tranquilos!

- ¿Le informamos al jefe?

- … Sí.

- Oye, ¿crees que sea uno de ellos?

- … No lo sé, pero … En el peor de los casos, si es el tipo que pudo hacerle cara a ese sujeto en el sótano, solo el jefe podría hacerle frente …

- … ¿Un Reformado? ¿Aquí? ¿Por qué razón? - preguntó uno de los hombres con gran preocupación deduciendo el mensaje de quién podría estar al asecho.

- Tal vez esté buscando lo mismo que nosotros … aunque no sé cómo se habrá enterado …

- Víctor … ya avise al jefe … dice que va a entrar …

- Bien, mientras tanto, llevémonos a Enrique a bajo.

Al momento de responder todos afirmativamente, un ruido se escuchó cerca de ellos. Uno, dos y tres pasos se acercaban.

Todos apuntaron sus armas frente a la puerta listos para disparar al ver la más mínima silueta pasar.

 Habiendo ingresado a aquella residencia, los dos sujetos que estaban solo de vigilantes a las afueras, comenzaban a hablar tranquilamente; era como, si el aviso recibido de antes, no les afectara mucho.

- Parece que tenías razón.

- …

- ¿Qué no dirás nada?

- … ¿Quién será ese tipo?

- Tranquilo; me encargaré de esto pronto.

- Líder, no se confíe. Aunque sea fuerte, no signifique que vaya a ganar.

- Oye, deberías estar animándome en estos casos … como sublíder al menos has eso …

- Te lo digo en serio, Antonio … Tengo un mal presentimiento.

- ¡Suficiente! Deja ese mal rollo.

Estando ya por las escaleras, los dos varones al subir las gradas pudieron notar cosas tiradas en el piso de la segunda planta.

Cada vez que subían un escalón, los deformes objetos se volvían identificables.

Al llegar a los últimos escalones, aquel par pudo reconocer que los cuerpos de aquel quipo que había ingresado antes estaban tirados.

Ahora el mal presentimiento lo compartían ambos al ver tal escena.

Rápidamente, uno de ellos sacó un arma que guardaba en su cinturón.

- Líder, ¿Cuáles son sus órdenes? - trató de preguntar firmemente el sublíder mientras miraba la zona, pero no hubo respuesta.

- ¡Líder, ¿órdenes?! - volvió a preguntar aquel varón sin apartar su mirada del frente.

- ¡Antonio, deja de jug- … !

Sin poder terminar de hablar, las piernas de aquel tipo comenzaron a temblar haciendo que no resista y caiga al piso dejando igualmente caer su arma por las escaleras.

La expresión pasmada en el rostro del caído que no dejaba ver hacia arriba de su lado mostraba la figura aún de pie de quien sería en líder de aquel grupo, pero algo parecía estar por su cabeza.

Una lanza de metal negro que había salido del tercer piso había perforado justo la parte cerebral del sujeto llamado Antonio.

Una muerte instantánea probablemente, pero lo seguro era que el cuerpo de aquel tipo ya había dejado estar vivo.

Lo siguiente que pudo notar aquel atemorizado y atónito hombre era que la lanza rápidamente fue retirada.

El cuerpo de Antonio inmediatamente cayó al piso formando un charco de sangre que se derramaba por los escalones; ciertamente la escena era terrible, pero lo que desesperó a aquel que aún vivía era escuchar los pasos de alguien bajando desde el tercer piso.

La escalera que conectaba las plantas superiores se encontraba a diferencia de la primera un poco al fondo del pasadizo; por ello, los ojos del único sobreviviente se quedaron fijados con terror en donde terminaba aquella escalera.

En total había 9 cuerpos tirados en aquel pasadizo, pero el único manchado de sangre era del líder.

Pronto se vio una sombra que bajaba de las escaleras; la silueta de un hombre de cabellos largos y traje de mayordomo aparecía frente a sus ojos.

Los cabellos del joven tapaban parcialmente su rostro y en una de sus manos llevaba consigo una larga cruz negra en forma de lanza donde la punta inferior tenía rastros de sangre.

No era equivoco decir que aquel sujeto era el responsable de todo esto.

- T-Tú … ¿Quién eres? - preguntó el sublíder mientras trataba de pararse.

- …

- ¿Q-Qué cosa te hemos hecho? … ¿Por qué usted está en este lugar? - preguntaba aquel varón variando entre la formalidad y el miedo en sus dichos.

Antes de que el desconocido joven siguiera caminando, algo llamó su atención.

Viendo el cuerpo de quien sería el líder, su rostro mostraba un extraño tatuaje; era un pequeño monograma cerca de su ojo con las letras L y F.

«Ese tatuaje … ¿Dónde lo he visto?» se escuchó los pensamientos de Aren al casi reconocer aquel grabado.

«¡Maldición! ¡¿Qué hago ahora?! … ¡¿Por qué mierda te confiaste Antonio?! … ¡¿?!»

Viendo a aquel temible hombre, algo que no esperaba sucedió.

Cayendo al suelo de rodillas mientras aún sostenía aquella cruz, se pudo ver un gran cansancio de aquel varón y pronto le continuó una serie de toz que dejó confundido, pero esperanzado al único sobreviviente de los infiltrados.

Entendiera o no, claramente era una oportunidad de oro.

«¿Está … cansado? … No, eso no parece una simple fatiga … ¿acaso excedió sus límites? … No importa … Lo prioritario es … ¿Huyo o lo enfrento?»

El cuerpo de Aren parecía temblar estando en el piso.

«Supongo que … este es mi límite … duré más de lo que esperaba, pero aún me falta uno … Lo bueno es que acabé con el tipo más peligroso … pero ¿a qué costo? … »

Viendo su mano temblar y el frío sudor que emanaba eran síntomas de una descompensación en el organismo del joven.

«… Ya no debo exigirme más … sin mi poder, soy como un niño que juega sin medir los daños … Afortunadamente, tengo esto …» pensaba Aren al ver de reojo la lanza que sostenía su mano.

Por estar sumergido en sus pensamientos, una sombra se había puesto frente a él.

Al tratar de levantar la mirada, pudo ver el cañón de una pistola apuntando a su rostro.

- Tú … ¿eres un enviado de la ARET? 

- … No.

- ¿Eres del gobierno?

- No.

- ¿Por qué has venido aquí?

- … Para … recoger algo importante.

- … ¿Has venido por la flor de los muertos?

Esta última pregunta no fue contestada, pues la reacción del joven podía inducir que sí.

- ¿Sabes quiénes somos?

- … No.

- …

Viendo hacia otro lado por unos segundos, aquel hombre se mostró pensativo y preocupado.

«Debe estar escondiéndolo por algún lado … seguro lo ha dejado en manos de su cómplice … ¿Cómo hago para que confiese? … Si lo mato, tendré que ir a buscarlo yo mismo … es demasiado arriesgado. No sé si el otro estará tramando algo … …No me queda otra opción, si este tipo no es del gobierno ni de la ARET, no debería saber de nosotros; lo sobornaré para que me guíe perdonándole la vida y ofreciéndole más de lo que le van a dar por la flor … » era lo que pensaba aquel sujeto, pero algo no planeó bien: le había dado suficiente tiempo para que el joven actuara.

Un rápido y potente movimiento de la lanza que apuntaba a la cabeza del sujeto fue lanzado por Aren, pero lamentablemente el sublíder esquivó a duras penas.

Desequilibrándose por unos instantes, rápidamente el sujetó se arrepintió de su idea y decidió disparar por el enojo que sentía, pero no pudo hacerlo.

«¡¿Ahora qué mierda pasa?! ¡¿Por qué no dispara?!»

La respuesta no demoró nada en llegar.

Cayendo al poco tiempo, se pudo ver la mano cercenada del varón sosteniendo la pistola en el piso.

Un gran grito se escuchó.

Tal fue el sonido que Glen, Charlotte y Ozu que estaban en la habitación de arriba pudieron escuchar provocándoles escalofríos.

Tratando de volver a entablar con las fuerzas que tenía una armoniosa conversación con su atacante, el sujeto tomaba su manga y trataba de detener el sangrado.

- O-Oye … Hablemos de …

Antes de poder dar su oferta, aquel hombre vio que Aren estaba tumbado en el suelo sin fuerza alguna.

Sin dudar, el tipo vio a donde estaba su pistola y, al recordar la herida que tenía, la ira nuevamente se apoderó de él.

- Sí me voy a morir, tú vendrás conmigo. - fue lo que dijo al recoger el arma.

La exhalación y el dolor que sentía aquel hombre rápidamente dieron paso a sentirse un poco mareado, pues ya no estaba tapando su herida dejando escapar la sangre, pero su ira podía más, aunque ya no tenía fuerza alguna.

- M-Maldición … ¿Por qué? … ¿Por qué me pasa esto a mí? …

Esas fueron las palabras que dijo el hombre antes de caer desmayado sin poder realizar su acto final.

Pasó casi unos 20 minutos donde no se escucharon ya más disparos o gritos. Toda la residencia estaba en un silencio, aunque las luces estaban prendidas y las plantas siendo regadas.

Era como si el lugar estuviera vivo, pero sin gente.

De la mansión, salieron dos hombres. Uno de ellos era un mayordomo de cierta edad avanzada que estaba siendo tomado como rehén por un hombre detrás suyo que vestía el mismo uniforme que los intrusos.

- P-Por favor … ya hice todo lo que me pediste … déjame ir … - decía el viejo.

- Cállate y sigue caminando. 

Mientras que ambos se dirigían a la residencia donde se hospedaban los sirvientes, se podía seguir viendo los cuerpos de los guardias de la mansión tirados en el pasto y demás lugares.

«Tendré que decirle al líder que no encontré nada en la mansión … Pero al menos me encargué ya de las cámaras de seguridad y de ver que nadie más esté rondando cerca … Supongo que ya habrán terminado … el jefe parecía confiado, espero que no haya habido mayor complicación …»

Aquel pensamiento fue minado cuando aquel par ingresó dentro de la residencia y no escucharon ruido alguno.

La preocupación al subir las escaleras ensangrentadas se disparó cuando encontraron varios cuerpos tirados.

«¡¿Q-Qué fue lo que pasó aquí?!»

Al ver los cuerpos, aquel último sobreviviente del equipo infiltrado quedó asustado al ver el cuerpo muerto de su líder al ras de la entrada del segundo piso.

Inmediatamente buscó de entre los cuerpos, si es que estaba el sublíder a quien lamentablemente también encontró revisando más adelante.

«¿Eh? … Este sujeto es … » pensó aquel hombre quien vio el cuerpo tirado de Aren, pero lo que le sorprendió fue ver aquella larga cruz negra tirada en el piso.

Habiendo quedado perplejo por la situación, aquel hombre había dejado de prestarle atención al rehén quien a su debido momento rápidamente trató de quitar el arma que sostenía el infiltrado en su mano.

- ¡Suéltame, viejo!

No haciendo caso, el viejo mayordomo inclusive se atrevió a morderle la mano en el forcejeo por lo cual recibió un puñetazo en el rostro que lo tumbo al piso; sin embargo, logró lo que quería.

El arma ahora lo sostenía el viejo hombre.

- O-Oye … calmémonos un rato … ni siquiera sabes cómo usar eso. - decía el infiltrado quien era apuntado por la pistola mientras se levantaba el viejo.

Solo una sonrisa llena de enojo fue la respuesta a la oferta de aquel sujeto.

Uno, dos y tres disparos se escucharon.

El último del equipo había muerto a manos del último mayordomo sobreviviente de la noche.

Pronto, aquel viejo cayó nuevamente al piso, pues, por su edad, aquel golpe en la cabeza no era algo que se podía ignorar.