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Chapter 75 - Emboscada II

Aun con todo lo sucedido, Aren no tuvo tiempo para entender la situación, pues, al observar a Charlotte, notó que se estaba hiperventilando por ser testigo de todo lo ocurrido.

- Charlotte, escúchame …

Aunque el joven le hablara, la mirada de la niña parecía desviada.

El sonido de una cachetada fue lo que se escuchó dentro de la sala.

La mirada de la niña parecía un poco calmada y se fijó en los ojos de Aren.

- Te dije que te protegería, ¿no es así? - dijo Aren seriamente.

- S-Sí …

- Entonces confía en mí.

La niña asintió con la mirada y, a los segundos, las lágrimas brotaron acompañadas del llanto retenido de aquella muchacha quien abrazaba por instinto al joven frente a ella.

Glen vio todo esto, pero estaba más alerta de lo que había sucedido; pronto se escucharon pasos acercarse. Aquellos sonidos mostraban ser de varias personas.

«Maldición … ¿ahora qué?» pensaba Glen.

- Glen, vámonos. - dijo Aren quien estaba en las escaleras.

- Sí, ahí voy.

Rápidamente aquel grupo se retiraron de aquel sótano; sin embargo, a los pocos segundos que se fueron, de aquella otra entrada no usada se abrió repentinamente dejando ingresar a un grupo de personas de traje oscuro quienes quedaron algo sorprendidos de ver el lugar desordenado.

- Búsquenlo. - dijo uno de ellos al resto.

Caminando hacia aquel cadáver tendido de quien en vida se llamaba Renaud, aquel mismo hombre quien parecía el líder del equipo se arrodilló tratando de revisar el cuerpo.

- Su disparo fue certero como siempre, señor. - dijo otro de los hombres.

- Sí. - dijo el líder mientras observaba la perforación en la cabeza del cadáver manchado en sangre.

- ¿Era necesario matarlo, señor? Pudimos interrogarlo para saber qué sucedió aquí. - dijo otro hombre.

- … No objetes mis acciones … ¿Dónde está la flor? - preguntó el líder.

Pasado un par de minutos, los hombres reportaron no encontrarla en ningún lado.

Otro par también reportaron que no hallaron nada en el cadáver.

- ¿Qué hacemos, señor?

- …

Aquel hombre, líder del grupo, se quedó mirando por las escaleras.

Estando Aren, Glen, Charlotte y Ozu dentro de la oficina, rápidamente abrieron la puerta y salieron de la misma cerrando la puerta.

- Debemos … escapar … - decía Glen con gran cansancio que apenas le permitía caminar.

Aren miró a la puerta de la oficina dando un tiempo de descanso a Glen.

- … ¡¿?!

El joven pareció haber escuchado algo, dentro de la oficina, pero el gruñido del husky confirmó su teoría.

Cargando a Glen sobre su espalda, Aren ordenó a la muchacha seguirle.

Esta vez sin cuidado de que alguien los vea, el objetivo de Aren era salir de la residencia, pues tenía el presentimiento de que algo muy malo estaba a punto de suceder.

Eran un poco más de las 6 pm, cuando Aren salió de la mansión siendo visto únicamente por un guardia que lo seguía detrás suyo exclamando a dónde iba con la srta. Charlotte.

Todas las cámaras de seguridad del exterior se pusieron sobre aquel grupo.

- ¡Oye, tú! ¡¿A dónde crees que vas?! - exclamó el guardia al ver que Aren se detuvo.

Al llegar a donde estaba el joven, nuevamente el guardia habló.

- ¡Suelta a la señorita y retrocede!

Era difícil entender la situación al ver a aquel varón de cabellos largos llevándose a Charlotte y a Glen encima de su espalda.

- ¡Explícate! ¡¿Quién eres y cuál es tu objetivo?! - decía el hombre mientras trataba lentamente de sacar su arma puesta en su cinturón.

- … Avísales pronto a todos los que están aquí que salgan … no les queda mucho tiempo. - fue la respuesta de Aren.

Apuntando con una pistola con sus dos manos, el guardia fue más agresivo.

- ¡¿Acaso no me entiendes?! ¡Suelta a la srta. Charlotte y alza los brazos!

La expresión de Aren cambió por un instante, como si estuviera preocupado.

- Parece que ya entendiste, entonces … ¡¿Qué esper-…?!

Antes de terminar de hablar, se escuchó un disparo.

Mirando a aquel joven de cabellos largos, el guardia comenzó a ver borroso y marearse sin entender lo que pasaba; repentinamente cayó al suelo y lo último que vio fue como Aren huía con la niña.

Saliendo de la puerta principal de la mansión, un grupo de hombres de negro salieron.

Uno de ellos se percató de las cámaras de seguridad que se enfocaban hacia ellos.

- ¿Cómo va Federico?

- Se está encargando de las cámaras, señor.

- Bien … no quiero evidencia de que estuvimos aquí.

- Señor, el entrar en esta residencia y dejar muertos … ¿no nos traerá problemas? ¿No estamos rompiendo el pacto?

- No, pronto el gobierno de los Rufasto se derrumbará y ya no nos servirá de base esta casa … además, lo que nos importa es la flor … si no la obtenemos hoy, todos nosotros podemos darnos por muertos.

- Entendido, señor.

Aquel líder, al ver la zona, avistó una casa un poco alejada de la mansión; era la casa de los sirvientes y obreros.

Pronto, por el intercomunicador que tenía en su oído, se escuchó una voz.

- Jefe … se dirigieron a la casa del costado. Son dos tipos y la niña de los Rufasto … uno de los tipos parece estar herido.

Pronto se escucharon varios pasos viniendo de afuera y dentro del terreno; eran los guardias de la mansión quienes fueron advertidos de que había intrusos.

- Bien … terminemos esto pronto y sigámoslos. - dijo el líder mientras veía desinteresadamente como aparecían los otros guardias.

Irrumpiendo en aquella residencia, Aren trató de dejar a Glen descansar en una de las habitaciones y, junto con él, dejó a Charlotte y al husky dentro.

- No vayan a salir de aquí, ¿entendido?

La niña asintió con su rostro rojizo por tanto llorar.

Rápidamente, Aren comenzó a avisar al resto de sirvientes que salieran de la mansión por un inevitable ataque de tipos desconocidos.

Eran pocos los que estaban dentro de aquella casa, casi unas 6 personas, pues el resto habían salido sin permiso a causa de que no estaban los dueños de la mansión.

- Oye, Aren … ¿Por qué tanto alboroto? - preguntó Nicolás, el sirviente que habían conocido antes.

- ¿Hay otra salida?

- Sí … pero, ¿Por qué preguntas … ?

Pronto comenzaron a escucharse disparos.

- ¡¿Qué carajos?! ¡¿Qué fue eso?!

- ¡¿Disparos?!

Se escuchaba decir entre los sirvientes.

Nicolás observó a Aren con preocupación y respondió.

- ¡La entrada principal! … ¡Podemos salir por ahí!

- ¡Nadie vaya a buscar sus cosas, hay varios tipos que están peleando con los guardias! ¡Debemos aprovechar y huir ahora! - dijo aquel otro sirviente que conoció Aren y Glen al ver por una de las ventanas lo que estaba sucediendo.

Al haber prestado atención al aviso, Nicolas volvió a poner su mirada en Aren, pero él ya no estaba.

Todos los sirvientes salieron de inmediato por la puerta posterior de las instalaciones rumbo a la salida principal.

- ¡Nicolás, ¿Qué pasa?! - dijo uno de los sirvientes.

- No … nada … - dijo el varón al ver el hogar pensando en dónde se había metido Aren.

Nadie de ellos se quedó atrás.

Mientras tanto, Aren estaba en la habitación donde estaba Glen y Charlotte. Mirando la condición de Glen, Aren pensó si tendría las fuerzas para llevarse rápidamente consigo a Glen y Charlotte.

«Tal vez tuve que dejar que huyeran al menos con la niña … pero por qué ahora tengo un mal presentimiento de que si nosotros huimos de aquí acabaremos muertos … al menos el resto podrá salir de aquí …»

Eso pensaba Aren, pero la realidad era distinta. Pronto cesaron los disparos cerca de la mansión, pero es escucharon otros en la dirección donde el resto de sirvientes habían huido.

Al ir a la otra habitación, Aren notó que otro grupo de hombres de negro habían ingresado arrastrando los cuerpos de los sirvientes que trataron de huir.

La premonición de Aren no fue errónea.

A los cuantos minutos, ambos grupos se reunieron a unos metros frente de la entrada principal de la residencia para los sirvientes.

- ¿Están todos muertos? 

- Sí … ninguno vivo … Solo nos queda revisar dentro de esta casa.

- Bien, ya está por anochecer. Acabemos esto rápido.

- Sí.

- Recuerden … obtener la flor es nuestro objetivo principal.

- Entendido. - dijeron todos dirigiéndose dentro de la residencia.

Mientras tanto, uno de los hombres se acercó al líder.

- Señor, hemos descubierto que el tipo que asesinó en el sótano era un antiguo estudiante de la ARET … su nombre era Renaud.

- ¿Qué más encontraste sobre él?

- Era buscado como criminal al escapar de la academia, pero no sabemos qué lo trajo hasta aquí.

- … No importa, ya está muerto. Y siendo un criminal, no habrá nadie que nos culpe de su muerte.

Rápidamente Aren dejó a Glen, Charlotte, el husky y aquella flor dentro de una habitación en el tercer piso, cerró las ventanas y trató de bloquear la puerta habiendo el salido del cuarto.

- Yo los ahuyentaré; hasta entonces, no salgan. - dijo Aren.

- A-Aren … espera … - dijo Glen echado en la cama, pero el cansancio y el dolor ya no le dejaban moverse bien.

Aren rápidamente se fue al segundo piso pensado en qué hacer, pero de alguna forma no debía dejar que aquellos hombres llegaran al tercer piso.

En los pensamientos del joven, algo extraño parecía sucederle; en realidad era algo natural, Aren pudo notar que su mano estaba temblando. Era miedo por lo que podría ocurrir, pero el joven se mostraba desconcertado, como si nunca hubiera sentido algo así.

Ni siquiera lo que sucedió en Luesia, en la caída del tren o el ataque de aquella criatura en el pueblo abandonado había logrado hacerlo temblar como ahora.

Una leve sonrisa se vio en su rostro.

«Así que esto es el miedo … Me siento tan indefenso … ¿Así era como 'ellos' se sintieron? … …. ¡No! No tengo tiempo para pensar en eso ahora … ¿Qué debo hacer ahora?»

Se podían comenzar a escuchar algunos pasos silenciosos ingresar a la casa.

«No tengo mi fuerza … ¿Cómo se supone que los detendré? … En primer lugar, ¿Quiénes son estos tipos?»

Aren no tenía respuesta alguna ni forma en cómo detener a aquellos tipos. Pronto, algo que no se le había venido antes a la mente sucedió; el pensamiento de abandonar a aquellos que trataba de proteger invadió su mente.

¿Por qué debo protegerlos? ¿Acaso mi vida no es más importante? En primer lugar, ¿Por qué vine hasta acá?

Estos y más pensamientos surgían en la mente del preocupado joven quien vio una ventana abierta mientras se acercaban aquellos hombres que empezaban a subir las escaleras.

«Sí … es verdad … pudo escapar … si los dejo, tendré el tiempo para huir de aquí …» era lo que pensaba Aren al ver aquella oportunidad, pero pronto recordó algo.

Recordó la vez en que Glen había venido a ayudarlo desinteresadamente en aquel pueblo abandonado y cómo el joven había dicho palabras valientes haciéndose cargo de todo y dándole una oportunidad a Aren de escapar.

En ningún momento, Glen había huido ni retrocedido cobardemente.

Cayendo al suelo, las lágrimas comenzaron a caer desde el rostro del joven y una risa que pudo ser escuchada por los intrusos salió de él.

- Que gran imbécil soy … ¿Cómo puedo pensar en huir? ¿Acaso no fui yo el que le pedí que me ayudara a venir aquí? … - se decía a si mismo Aren sentado el piso mientras miraba el techo.

Subiendo en fila por las escaleras, un hombre habló.

- ¿Qué fue eso? 

- Ni idea, pero vayamos con cuidado.

- ¿Hah? Solo es un tipo … no hay por qué preocuparse.

Al llegar al segundo piso, todos los hombres se asombraron de ver lo que había frente a ellos.

No era una persona, sino un pedazo de metal que tenía la forma de una cruz.

La forma era como una lanza de hierro con más de un metro de largo y de color negro enterrada en el piso un poco inclinada.

- … ¿Qué es eso? ¿Siempre ha estado ahí?

- Todos, estén alertas. - susurró uno de ellos.

Apuntando todos con sus armas al frente, hacia aquella cruz de metal, se acercaban lentamente.

 Bordeando aquella lanza, los hombres de negro comenzaron revisarla con cierto detenimiento.

- ¿Una cruz? … Parece hecha de obsidiana por el brillo, pero esto es metal, ¿no es así? 

- Sí … además, está afilada solo en las puntas … ¿esto es un arma o qué cosa es?

- No importa que sea, la pregunta es ¿Por qué está aquí?

- ¿Creen que sea de los que seguimos?

- … No, puede que sea del tipo que asesinó el jefe.

Aquella breve conversación dejó más preguntas que respuestas, pero pronto dejaron el tema y siguieron buscando por las habitaciones de al fondo dejando para el ultimo las que estaban a la entrada.

¿Por qué eligieron así? Se podría decir que fue un presentimiento.

Mientras avanzaban sin mirar atrás, de una de las puertas de los cuartos delanteros, salió un joven de cabellos largos y uniforme de mayordomo sin hacer ruido alguno.

Aquel joven tomó para sí aquella cruz y se quedó en silencio viendo a aquellos hombres que aún no se daban cuenta de su presencia.

En las afueras de aquella vivienda, se encontraban dos hombres esperando que el grupo de adentro terminara la misión.

- Habla, Oscar. ¿Qué te mantiene tan pensativo? - dijo el líder.

- Jefe … sobre el tipo que investigamos … Renaud … si fueron esos tipos los que pelearon contra él … ¿no cree que les será difícil tratar con ellos a los demás?

- No lo creo, ese tipo solo era un estudiante que ni siquiera llegó a terminar sus estudios en esa academia … además, Raúl no nos dijo que uno de ellos estaba bastante herido … no serán problemas para nosotros. Solo esperemos aquí y veamos si alguien más se acerca. - dijo el líder.

Siendo ya de noche, el sistema de regadío de los jardines se activó automáticamente empapando a varios cadáveres de los guardias tirados por el lugar.

Una fuerte brisa que se movía como una melodía parecía haber empezado a entonar una triste canción.

Terminado de buscar en las habitaciones de al fondo del segundo piso y no habiendo encontrado nada, los hombres salieron.

- Maldición, hombre … supongo que es en el tercer piso después de todo.

- Es mejor revisar todas las habitaciones … por precaución.

- ¿Qué tal si nos ahorramos las molestias y vamos de frente al piso de arriba?

- Suficiente, gente … aún debemos revisar por aquí … vamos a …

Sin terminar de hablar, la mayoría de hombres se detuvieron al instante.

- ¿? ¿Qué pasa? ¿Por qué se paran así no … ?

Al ver frente suyo, aquel hablador varón hizo una pregunta.

- O-Oigan … ¿D-Dónde está esa cosa? - fue lo que preguntó al no ver aquella lanza de antes; había desaparecido.

Sí había desaparecido, pero la marca que había dejado en el piso seguía estando ahí; por lo tanto, no era nada producto de la imaginación.

Alguien había tomado aquella cruz negra.