- Oh, pero dónde están mis modales; mi nombre es Renaud y ustedes deben ser el joven Aren y Glen, ¿no es así? - habló aquel desconocido hombre con total relajo como si todo lo tuviera controlado.
Se podían escuchar los gemidos de miedo de aquella niña quien no entendía lo que estaba sucediendo, pues, al tener aquella navaja rozando su cuello, la desesperación la consumía cada vez más.
Aquel husky, de forma inteligente, se movía lentamente tratando de bordear la zona hasta poder alcanzar al atacante de su dueña.
- ¿Cómo sabes quienes somos? - preguntó Aren.
- Bueno, los he estado escuchando desde hace un rato decir sus nombres … aunque, cuando busqué en la minivan, esperaba encontrar más cosas de ustedes. - respondió Renaud.
Aquel comentario dejaba entender que sabía el paradero donde se habían estacionado.
- ¿Y bien? ¿Ahora si quieres contarme qué es esa cosa que sostienes, Aren?
- … Solo una decoración.
- ¿En serio? Entonces, ¿Por qué Efraín Rufasto escondería eso en este lugar, mejor dicho, dentro de un cajón empolvado cubierto de mantas? - contestó Renaud de forma sarcástica.
- … Tampoco lo sé.
- … Bien, creo que aún no nos entendemos. - dijo Renaud mientras enterraba lentamente la navaja en el cuello de la niña.
Los gemidos de la muchacha sonaron aún más fuertes y dolorosos.
- ¡Déjala! ¡Ella tiene nada que ver con esto! - exclamó Glen.
- Por eso mismo es que lo hago. - respondió aquel hombre con una breve, pero retorcida risa.
La situación cada vez parecía tornarse peor y ambos jóvenes muy bien podían salir de aquel lugar de alguna manera dejando a aquella niña, pero sin que ellos sean conscientes, esa decisión no era una opción.
- Vamos, no tengo mucho tiempo chicos.
- … Orchidaceae Mortuorum … conocida mayormente como la Flor de los Muertos … - respondió Aren.
- ¿Qué?
Aquellas palabras dejaron sorprendidos a Glen y Renaud por un breve tiempo al escuchar algo que no entendían. No obstante, fue más que suficiente para darle tiempo al husky de lanzarse contra el infiltrado.
Mordiéndolo en la pierna, Renaud se tambaleó, pero algo inesperado fue notado por aquel par de jóvenes. El invasor trató de no hacer daño alguno a Charlotte, pero tampoco la soltó; era como si la tratara con cuidado protegiéndola.
Glen fue el segundo en darse cuenta y, de inmediato, no perdió el tiempo y con su espada en mano fue contra Renaud.
«¡Maldición! ¡No debo hacerle daño a la hija de Efraín!» pensó Renaud mientras trataba de quitarse de encima al perro.
Por reflejo, subiendo la mirada, notó que uno de los jóvenes se acercaba hacia él.
- ¡Mierda! ¡Esto me pasa por confiarme!
Alzando su pie el cual era mordido por Ozu con gran fuerza, tiró una patada al aire de tal manera que lanzó al husky en la dirección donde estaba Glen.
Increíblemente, la mordida del perro no pudo sostenerse y cayó hacia donde venía el joven con la katana.
Glen no tuvo de otra más que atrapar al perro después de haber visto la mirada preocupada de Charlotte.
«¡Carajo! ¡Casi lo teníamos!» pensó Glen quien era empujado al sostener el perro por su peso.
- Casi me tienen … - con una breve risa, Renaud habló como so hubiera leído los pensamientos de Glen.
Sin embargo, una sombra nubló un poco la vista del infiltrado; al ver hacia arriba, Renaud distinguió que era la vitrina donde estaba aquella extraña flor.
«¡¿Qué?! ¡¿En serió?! ¡¿Qué hago?! … ¡No debo soltar a esta niña!»
De repente, escuchó dos pasos que se acercaban a él. Sin ningún pronóstico, al poner su mirada al frente, lo único que vio fue un mano a pocos centímetros de él.
- ¿Qué?
Un gran puñetazo en el rostro fue lo que recibió haciendo resonar en toda la sala subterránea.
La vitrina calló al piso quebrándose en pedazos, pero Glen notó que solo era la vitrina y no la flor el contenido total.
Aquel golpe increíblemente sacudió toda la piel de la cabeza de Renaud; la potencia fue lo suficiente como para lanzarlo hacia atrás cayendo en el piso y rodando hasta chocar con uno de los libreros.
Algunos libros cayeron por el impacto, pero la mirada de Glen y el husky reposaron sobre aquel joven de cabello largo atado quien sostenía a la niña.
- …
Levantándose, Glen quedó perplejo por aquel actuar de su amigo. Lentamente, se fue hacia la cómoda de detrás donde Aren había puesto la maseta y la flor; sin embargo, una fuerte brisa sintió antes de llegar a tomar la orquídea.
Aren quedó algo sorprendido de ver lo que pasaba; como si de una ráfaga de aire se tratase, Renaud se había levantado con gran velocidad y se dirigió a donde iba Glen.
Aquella velocidad no era humana y, al momento de llegar, la flor ya no estaba.
Glen no entendía lo que había pasado.
- ¡A tu izquierda, Glen! - exclamó Aren.
- ¿Qué?
Un gran corte de la nada estaba puesto en el pecho de Glen; aquel corte era medianamente profundo y de unos 20 cm de longitud que hizo desangrar al joven.
Rápidamente, Glen rompió parte de su camisa y trató de cubrirse la herida, pero no era suficiente y la pérdida de sangre hizo que pronto cayera de rodillas en el piso.
Entre Glen y Aren, se había mostrado la presencia de aquel hombre quien tenía una herida de mordida en una de sus piernas que se desangraba.
«¿Cómo es que pudo correr con esa herida?» se preguntaba Aren quien colocaba a Charlotte detrás suyo.
A los segundos, un charco de sangre salió de aquella herida lo que hizo que igualmente aquel hombre se arrodillara por el dolor.
Pronto se escucharon las exhalaciones de Renaud, pero su sonrisa no había desaparecido.
- Vaya … creo que tuve que haberlos asesinado sin avisarles desde el principio … como dicen, la curiosidad mató al gato, ¿no es así? - hablaba aquel hombre mientras sostenía aquella planta en su mano.
Sacando un rollo de vendas, una pequeña botella de alcohol y un encendedor desde uno de sus bolsillos, Renaud comenzó rápidamente a tratarse la herida.
Rociándose el alcohol y prendiéndolo con el encendedor, cauterizó la herida, luego comenzó a vendársela con gran velocidad.
- Saben, en la vida de un hombre siempre es bueno traer consigo tres cosas … alcohol para olvidar las tristezas, un encendedor para degustar un buen tabaco y unas vendas por salud. - decía Renaud mientras se trataba la herida para ganar tiempo.
Aren en ningún momento se movió, pues era peligroso dejar a la niña sola; por otro lado, estaba igualmente preocupado por Glen quien había recibido tal herida.
El husky se quedó al lado de Glen como si estuviera tratando de consolarlo.
Levantándose nuevamente, Renaud miró aquella flor con cierta indiferencia.
- ¿Tú … eres a los que llaman Reformados? - preguntó Aren.
- … Oh, parece que sabes de eso … aunque no debería de sorprenderme, pues tu amigo también es uno, ¿no es así?
- …
- Aunque es una pena que morirá desangrado …
- … ¿Trabajas para los que habían capturado a Emily? - preguntó Aren nuevamente.
- ¡! … Así que llegaste a esa conclusión … Bueno, como ustedes ya son carne muerta, no me importaría charlar un poco …
En realidad, esto lo decía con el fin de acostumbrarse al dolor de su herida y poder acabar con el otro joven.
- ¡Correcto! En realidad, estás hablando con quien la secuestró personalmente … Supongo que debes saber de Marcelo también, ¿no es así?
- … Sí, algo sé.
- Ese niño realmente era algo extraño, pero útil … realmente me facilitó el trabajo para llevarme a esa mocosa.
«¿Emily? ¿Dónde he escuchado ese nombre?» pensaba Charlotte mientras trataba de calmarse.
- Después de su captura y que los Rufasto tomaran el poder del marquesado Gutiérrez, se suponía que mi recompensa me dejaría fuera de problemas ... pero luego apareciste tú …
La niña quedó agitada mientras escuchaba con atención a las palabras de aquel infiltrado.
- No sé cómo lo lograste ni quien te dijo dónde estaba ese mocosa, pero luego de que la rescataste, nos dejaste desconcertados a todos … Cuando se hizo las preparaciones para volver a capturarla, me sorprendieron los rumores que se decían … que esa mujer, Emily Gutiérrez, estaba totalmente sana … Ni mis jefes ni yo creíamos lo que se decía … hasta que yo mismo vi las grabaciones saliendo de ese hotel cuando se fueron de Zaragoza.
- Ya veo … entonces tu objetivo sigue siendo ella …
- Por supuesto, pero ellos tienen algunos planes para contigo … serás de utilidad para sacar a la muchacha de la casa de su tío, ¿no es así, querido hermano jurado?
Esta afirmación dejó un poco impactado a Aren, pues sabía que a través de él pondrían nuevamente a Emily en aquella sucia habitación en las mismas condiciones en que la había encontrado.
Una leve sonrisa se mostró en el rostro de Aren.
«De verdad que Emily es una mujer fuerte … pudo soportar toda esa tortura … »
- Charlotte … - se escuchó la voz de aquel joven de cabellos largos.
Al mirar la niña hacia el rostro de quien la protegía, vio una mirada de arrepentimiento.
- Discúlpanos por haberte mentido … en realidad no somos personas contratadas … también somos infiltrados …
Aquella confesión dejó perturbada a la pequeña y su rostro expresaba que no sabían en quien confiar ahora. ¿Sería abandonada? ¿La utilizarían como escudo mientras el joven escapaba?
- Pero no te preocupes … yo te protegeré. - fueron las palabras de Aren.
- ¿De verdad? ¿Mintiéndole otra vez? ¿Qué se supone que harás? - decía Renaud burlonamente.
- ¿Yo? … Yo ya hice lo que debía. - respondió Aren.
- ¿?
El sonido similar a un latigazo se escuchó prontamente desde detrás de Renaud.
Al voltear rápidamente, el invasor notó la presencia de aquel joven quien debería estar ahora tirado en el piso sobre un charco de sangre, pero que ahora estaba totalmente sanado de aquella herida y con una mirada decidida a acabar con él.
«¡¿?! … Me duele la espalda …» pensó Renaud a los segundos.
Al poner sus ojos sobre las manos de Glen, pudo observar el filo de la katana bañada en sangre. Al poco momento, entendió lo que había sucedido.
Aren era testigo de ver lo que pasabas; en la espalda de Renaud había un gran corte en diagonal que había llegado ha penetrar en su piel y comenzaba a desangrarse.
«Pero, ¿Cómo? … ¿Cómo se curó de esa herida?» pensó Renaud.
Pronto, el infiltrado pudo ver que, desde la manga de la camisa de Glen, salió un papel escrito y siendo puesto sobre el filo de la katana, repentinamente una llama se apoderó de ella.
Rápidamente retrocedió, pero no dejó de contemplar aquella espada japonesa que estaba encendida y era sostenida por Glen.
Otra sorpresa más se llevo aquel hombre cuando por una mordida se le fue arrebatado aquella flor que sostenía en su mano.
El husky inteligentemente tomó aquella flor y se fue a donde estaba su dueña.
- Así que tu habilidad es la velocidad, también eres bueno con el uso de armas de corto alcance … lamentablemente, estamos en un espacio cerrado y a menos que decidas escapar por las escaleras, esta será tu tumba. - dijo Glen.
Ya sea como para darle la opción de escape o no, la mirada de Glen estaba decidida a acabar con él.
- Parece que tienes algunas as bajo la manga … pero no eres el único.
- ¿?
Repentinamente, aquel sujeto comenzó a desvanecerse desapareciendo de la vista de todos.
- ¡¿Tienes dos habilidades?! - exclamó Glen preocupado.
Aren no entendía aquella preocupación, pues, para él, Glen también podía usar varias habilidades.
- ¡Correcto! … Además, si se habrán dado cuenta, tengo desarrollada una gran resistencia … este corte en mi espalda puedo soportarlo por horas. - se escuchaba la voz de Renaud, pero no se sabía de dónde.
- ¡Aren, apéguense sobre las paredes! - exclamó Glen.
Haciendo caso a la orden, Aren llevó a Charlotte cerca de las paredes.
- Buena idea … pero lo que deben saber es que mi especialidad no es pelear, sino el espionaje y asesinato … A partir de ahora, ya no hablaré. - comentó Renaud mientras su voz se desvanecía en el silencio.
Siendo visibles solo tres personas y un perro, no se sabía de donde vendría el ataque de aquel sujeto.
Un primer golpe recibió Glen en la espalada; era un corte de unos 10 cm.
Otro segundo corte recibió en la espalda y hasta un tercero.
Sin embargo, Glen no entendía por que no le asestaba un ataque mortal y simplemente parecía estar jugando con él.
No podía ver sombra alguna o escuchar el sonido de pisadas; no había pista alguna para poder saber dónde estaba.
El tiempo ameritaba una respuesta inmediata, pues aquellos pequeños cortes comenzaban a debilitarlo lentamente.
Fue entonces que Aren notó que el perro comenzaba a mirar por varios lados. El husky observaba el momento donde el ataque iba a suceder sobre Glen.
- ¿Qué? - murmuró Aren.
Observándolo detalladamente, pudo entender que no era la vista, sino el olfato del animal el que lo guiaba a donde estaba Renaud.
«¡Mierda! ¡¿Se está burlando de mí?! ¡No duraré mucho así!» pensaba Glen.
Lo siguiente que escuchó, fue una instrucción.
- A tu derecha, Glen.
- ¡¿?!
Sin necesidad de pensarlo, Glen realizó un ataque hacia la nada en el área derecha.
Pronto, se vio un rastro de sangre que salpicó en el piso.
Una leve sonrisa se mostró en el rostro de Glen.
Aquel corte realizado no se podía ver, pero lo que si se notaba eran las gotas de sangre que caían al piso moviéndose de un lugar a otro.
«¡Es mi turno!»
Al siguiente ataque de Glen, este no asestó y repentinamente los rastros de sangre desaparecieron.
Sin embargo, antes de que el joven entrara en confusión, una voz se escuchó.
- Glen, a tu izquierda; corre hasta el muro. - dijo Aren.
Sin preguntar, así lo hizo Glen y esta vez sí asestó un golpe con su flamante espada.
«¿Cuánta resistencia tiene? … No solo lo son los cortes, ¿acaso es resistente al fuego también?» pensaba Glen cuando de repente su arma quedó apagada.
- ¿Ya se terminó el efecto? - murmuró Glen mientras parecía cansado y preocupado.
Afortunadamente, la silueta de aquel hombre apareció repentinamente y se pudo notar que los cortes de Glen parecían haberse cerrado forzosamente.
- ¿Tienes … auto regeneración? - preguntó Glen.
No contestando la pregunta, aquel sujeto parecía estar extrañamente muy cansado.
Viendo lo que sucedía, Aren parecía estar pensativo.
«Entonces … parece que no puede utilizar su velocidad cuando se vuelve invisible … o tal vez, el moverse así de rápido generaría un fuerte sonido que alertaría a Glen … como sea, los dos golpes que le asestó Glen parece que han surgido efecto …»
En ese momento, la mirada de Glen puesta en Aren avisó de que se retiraran; sin embargo, estaban más lejos de las escaleras que de la otra puerta que ni siquiera sabían si funcionaba.
Arriesgándose a ir por las escaleras, Aren tomó a Charlotte y aquella flor, y lentamente se dirigieron a aquel lugar. Igualmente, Glen retrocedía poco a poco.
- ¿A dónde … creen que van? - dijo Renaud quien se levantaba habiendo cerrado todas sus heridas.
- Ya ríndete quieres … - dijo Glen quien parecía que su determinación disminuía a causa de su cansancio y heridas.
- ¿Rendirme? Pero si apenas estamos comenzando.
Al decir esto, el cuerpo de aquel hombre comenzó como a estimularse relajando sus músculos y fortaleciéndose. Ahora la postura que tenía era como si hubiera terminado de calentar.
- Maldición … es un monstro … - susurró Glen.
- Bien … ¿están listos para el round 2?
Al decir estas palabras, de repente, se escuchó un fuerte sonido similar a un disparo.
Aren y Glen no podían creer lo que veían.
- ¿? ¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras? - preguntó Renaud al verlos sorprendidos.
Pronto un charco de sangre cayó por el rostro de aquel hombre.
- ¿? … ¿Qué esto? ¿Por qué todo está rojo? - se decía a sí mismo.
Pronto cayó algo frente a él que al impactar en el suelo hizo que se diera cuenta de lo que sucedió.
- ¿Eso es … una bala?
Al ver aquel rostro del infiltrado, había un hoyo en medio de su frente desde donde se derramaba toda la sangre hasta manchar sus ropas.
Una leve risa se escuchó de aquel sujeto antes de caer al piso.