Subiendo las escaleras que dirigían al tercer piso de la mansión hospedada por la familia Rufasto, uno de los guardias parecía observar todo a su alrededor.
- Me pareció haber escuchado susurros … pero no hay nadie. - decía el varón a sí mismo.
Frente a la puerta del despacho del jefe de la casa, estaba aquel guardia quien comenzó a recorrer la planta superior.
- La única que vendría por aquí sería la srta. Charlotte … No creo que alguien más esté husmeando por acá … Por si acaso, iré a revisar la terraza.
Ingresando por un amplio pasadizo que llevaba a las afueras donde estaba una terraza bien ambientada donde se podía ver gran parte del terreno donde estaba la mansión y sus alrededores, estaba aquel guardia.
- Creo que fue mi imaginación …
Al ver al piso, pudo notar una sombra que no era la de él.
De inmediato, el varón levantó su mirada y puso una de sus manos detrás de él como si intentara sacar algo.
Nublando su vista, cayó sobre él una especie de saco lleno de pelos.
- ¡¿Q-Qué es esto?!
Siendo lamido por todas partes de su rostro, Ozu, el husky, había aparecido en escena.
A los pocos segundos, el perro aburrido del juego salió corriendo dentro de la mansión.
- ¡Agh! Solo era ese perro, deberían tenerlo con correa … ¡Voy a lavarme! - dijo el guardia molesto mientras se retiraba del lugar.
- Creo que ya se fue.
- …
Desde el techo al lado de la terraza, estaban escondidos tres personas; en realidad eran dos y una niña.
Los ojos fijos de la niña puestos en aquel hermoso atardecer habían hecho olvidar lo que estaba pasando.
El primero en bajar del techo fue Aren y, con cuidado, bajó a Charlotte; por último, Glen dio un salto hasta caer de pie en el piso.
- Será mejor que se vayan o se meterán en problemas. - fue lo que dijo la niña.
- … Discúlpenos, srta. Charlotte; terminaremos lo que tenemos que hacer y nos iremos de inmediato. - dijo Glen cortésmente con una sonrisa.
- … Ustedes son los juguetes que trajo mamá, ¿no es así?
- … ¿Cómo? - preguntó Aren confundido.
- Ustedes son los que mamá llama durante las noches en que padre no está … por eso, ustedes vinieron.
Al verse desconcertados por aquellas palabras, Glen y Aren se miraron confundidos.
- Te equivocas, pequeña … Nosotros somos trabajadores a tiempo parcial … - respondió Glen.
- ¿Qué? - dijeron tanto la niña como Aren.
- Solo hemos venido a recoger algo que tu papa nos pidió, solo que es un asunto secreto.
- ¿Qué? - volvieron a responder tanto la niña como Aren.
Mientras que el rostro de Aren parecía decir '¿Qué rayos estás diciendo?', el cara de Charlotte mostraba cierto interés y emoción.
- ¿Papá los envió aquí? - se preguntaba a sí misma la niña.
- Sí y nos pidió recoger algo de su oficina, pero no tenemos la llave.
- … ¿Están seguro que no son ladrones? - preguntó la niña inocentemente.
- Nop …
- Entonces, ¿Por qué papá no les dio la llave de su oficina para que entraran?
- Eso es porque … aquí mi compañero se le cayó cuando estábamos viniendo y es muy vergonzoso decirle esto al jefe; nos veríamos como unos tontos.
Ante aquella improvisada mentira, Aren sabía que era nada creíble y estaba pensando qué hacer cuando la niña los delatara.
- Ya veo … está bien, síganme. - dijo Charlotte.
«¿De verdad … se lo creyó?» pensaron ambos al ver la respuesta de la pequeña.
Sin otra opción más, ambos siguieron a la niña sin decir nada.
- Oye, me siento mal por mentirle a una niña. - murmuró Aren.
- Es hacer esto o dejar que nos atrapen. - susurró Glen.
- …
Bajando al segundo piso, los dos jóvenes llegaron hasta una habitación decorada y ambientada para una niña.
- ¿Este es … su cuarto? - preguntó Aren mientras admiraba el lugar.
- Sí … - respondió la muchacha mientras parecía buscar algo.
Caminando por la habitación, de repente, Aren y Glen fueron empujados; era el husky quien había regresado.
Parecía que la hiperactividad del animal era muy excesiva, de manera que su dueña lo calmó con una llamada de atención.
Caminando cerca de la cama, Aren pudo notar algo extraño. Una fotografía estaba encima de las frazadas.
Al tomar esta foto por instinto, el joven reconoció la imagen de uno de ellos en la foto.
- ¿Emily? - murmuró el joven.
Al tener lo que buscaba, la niña se volteó para hablar con ellos; sin embargo, se percató de que el joven sostenía algo que ella debía esconder.
- E-Eso … ¡no lo toques! - exclamó Charlotte.
Aquel grito sorprendió un poco a los dos varones, pero lo que más les impacto fue el hecho de que se escuchó otra voz.
- ¡¿Lady Charlotte?! ¡¿Se encuentra bien?! - exclamó un guardia desde los pasadizos.
- Ay, no. - dijo Glen.
A los segundos, dos guardias ingresaron a la habitación de la niña preocupados.
- Señorita, ¿sucedió algo? - preguntó uno de los hombres quien solo vieron a la niña y a su perro dentro del cuarto.
- N-No, nada … solo que Ozu estaba saltando demasiado y casi toma una de mis joyas.
- … Oh, entendemos. Pensamos que algo malo le había sucedido. Por favor, no se olvide en llamarnos si sucede algo.
- S-Sí, gracias.
Habiéndose retirado ambos, cerrada la puerta, salieron Aren y Glen de debajo de la cama.
- Wow … eso estuvo cerca.
- Sí.
- D-Discúlpenme por gritarles. - dijo la niña.
- … Oh, no te preocupes por eso … y tú, Aren, deja de estar tocando sus cosas.
- …
- Bueno, vayamos a la oficina de papá. - dijo Charlotte.
- ¿? … Eh, ¿Por qué vinimos aquí en primer lugar si es que puedo preguntar? - comentó Glen.
- Para llevar esto.
Mostrando sobre la palma de su mano, había una llave un poco vieja.
- ¿Eso … es lo que creo que es? - dijo Glen mientras miraba de reojo a Aren.
- Sí, lo más seguro.
Dirigiéndose con cautela a la oficina del jefe de familia, Aren, Glen y Charlotte parecían estar jugando a los espías.
- Sin muros en la costa, procedamos. - decía Glen en un tono serio, pero infantil mientras iba liderando el camino.
- ¿Él … siempre es así? - preguntó la niña al verlo.
- Sí, para bien o para mal. Será un cabeza hueca varias veces, pero es bueno en el fondo. - contestó Aren con un suspiro.
Por alguna razón, Charlotte comenzaba a emocionarse al igual que el husky que los seguía sigilosamente.
Llegando al tercer piso nuevamente, los cuatro estaban frente a la oficina donde la niña introdujo la llave y, sin demora alguna, abrió la puerta.
Ingresando todos cerraron la puerta por seguridad. Y, sí; también metieron al perro.
- Oye, ¿Dónde conseguiste esa llave? No creo que tu papá te lo haya dado. - preguntó Glen habiendo prendido la luz de la oficina que parecía ser un pequeña sala llena de estante, libros, papeles y una vitrina de vinos.
- Eh … una vez Ozu se comió esta llave mientras jugaba, pero como había otra igual más, a mi papá no le importó buscarla …
- … Bueno, lo demás ya sé que pasó. - dijo Glen.
Mientras que ambos hablaban, Aren ya había comenzado a buscar por los alrededores, pero parecía no encontrar lo que quería.
- Es verdad, ¿Qué están buscando? - preguntó Charlotte.
- … Una flor … parecida a una orquídea. - respondió Aren.
- ¿Una orquídea? … No he visto nada así dentro de la casa …
- Eso parece … tampoco veo nada. - dijo Glen.
Pasando casi veinte minutos desde la búsqueda, no encontraron nada.
- Oye, Aren … ¿estás seguro que está aquí?
- … Pensaba que sí, pero … - dijo Aren quien parecía confundido, pues en sus memorias recordaba que aquella flor estaba puesta sobre una mesa de madera y detrás había unas cortinas cerradas.
Mientras que ambos hablaban, parecía que la niña ya se había aburrido y, sentada en la silla de escritorio de su padre, solo daba vueltas.
Después de aburrirse de esto, la pequeña comenzó a ver el gran escritorio de madera que tenía en frente suyo.
El husky viendo el interés de su dueña en aquella oficina, también comenzó a husmear hasta que debajo del escritorio, el perro encontró un botón.
Con su nariz, comenzó a tocarlo; sin embargo, Charlotte no sabía lo que hacía hasta que, al lograr presionarlo, uno de los estantes de libros puesto recostado en el muro se abrió como si de una puerta se tratare.
Ambos jóvenes quedaron sorprendidos en silencio. Al voltear la mirada, vieron a la niña y al perro.
- Ozu lo hizo. - dijo Charlotte culpando al perro quien dio un ladrido como si estuviera orgulloso de lo que hizo.
Al ver dentro de la gran entrada, pudieron notar escaleras que daban casi a un sótano secreto.
- Bien … al menos tenemos más por donde buscar.
Pronto se escucharon pasos que venían hacia la puerta de la oficina.
- Rápido, apaguen la luz. - dijo Aren.
Haciendo eso y metiéndose dentro de aquel pasadizo, los cuatro descendieron al sótano. Sin embargo, una sombra se podía ver desde debajo de la puerta de la oficina.
Caminando por aquel pasadizo, las lámparas puestas en el techo tenían sensores de movimiento que se prendían cada vez que alguien pasaba por debajo de ellas.
- Esto se puso interesante … ¿exactamente hacia dónde vamos?
- Hacia la verdad … o algo así escuché decir en una película. - dijo Aren sarcásticamente.
- ¿Y soy yo el que habla tonterías?
Charlotte rio un poco al escuchar hablar a aquel par.
- Al fin sonríes. - comentó Glen.
- ¿Eh?
- Por alguna razón, parecías algo deprimida …
Aquel comentario dejó pensativa a la niña, pero por alguna razón su sonrisa no se desvaneció.
Al llegar al último escalón, se podía ver una espaciosa sala casi el triple del tamaño de la oficina anterior. En aquel lugar empolvado, se encontraban más libreros, y algunas mesas de madera puestas en las paredes.
Por otro lado, encima de las mesas al igual que las paredes estaban cubiertas por algunas mantas; sin embargo, era extraño pues no había ventanas como para taparlas, todo el lugar era cerrado o eso parecía hasta que se vio otra puerta más.
- Empecemos.
Todos incluidos la niña y el perro comenzaron a buscar según las indicaciones de Aren. Una flor morada fosforescente.
Supuestamente no debería ser difícil de encontrar por su extraño color, pero aún quitando las mantas empolvadas, no encontraban lo que querían.
- Oye, aquí tampoco parece haber algo … ¿estás seguro que es una flor fosforescente dentro de una vitrina? - preguntó Glen algo frustrado.
- Sí … es algo que debe estar guardado con cuidado … ¿con cuidado? - se preguntó Aren a sí mismo como si hubiera reflexionado sobre algo.
Debajo de las mesas y en las partes inferiores de los estantes comenzó a buscar.
- Si es algo cubierto por vidrio, entonces no sería sensato ponerlo en lugares altos …
Al estar buscando y buscando, Aren abrió uno de los últimos cajones de los estantes restantes. Al abrirlo, se pudo ver una tenue luz que sobresalía de las mantas puestas sobre aquel lugar.
Tanto Glen como Charlotte quedaron algo atraídos por aquella luz.
Quitando las mantas, la luz se hacía cada vez más fuerte hasta que dejó ver una vitrina pequeña que contenía dentro una hermosa flor morada fosforescente tal como se había descrito puesta sobre un pequeño macetero.
Charlotte quedó fascinada al verla.
Aren la sacó de aquel cajón y la sostuvo en su mano.
- Así que … era real … - comentó Glen.
Aren no podía dejar de ver aquella hermosa flore, pero no era por admiración, sino era una mirada de desagrado.
«Por alguna razón, esperaba no querer encontrar esto … Si lo que vi en los recuerdos de Marcelo, entonces esto es … » pensaba Aren.
- Oye, ¿Cuánto costará eso? - preguntó Glen bromeando.
- Yo me pregunto lo mismo. - dijo una extraña voz.
Todos reaccionaron ante aquella voz mirando la única entrada por donde habían venido. En aquellas escaleras se pudo ver la presencia de un hombre de ropas semiformales y una mirada como muerta en sus ojos junto con una sonrisa.
Un silencio fue lo que sucedió después.
- … ¿Quién … eres tú? - preguntó Glen seriamente.
- Vamos, chicos … ¿ya se terminó la búsqueda? Y eso que me estaba divirtiendo viéndolos desde que vinieron a Zaragoza. - dijo aquel hombre mientras salía de las escaleras lentamente.
- Ah, sí … ¿No sabía que tenía acosadores? Me siento popular. - comentaba Glen.
- Ha ha ha … se ve que nunca pierdes los ánimos, ¿eh?
Mientras que ambos hablaban, Aren quedó pasmado al recordar el aviso que le había dado aquella voz en su cabeza.
Ten cuidado del que te sigue los pasos.
«¿Cómo pude olvidarme?» era lo que pensaba Aren.
- Bueno, ahora quiero saber … ¿Qué es esa cosa que han encontrado? - preguntó aquel desconocido.
- Mi mamá me enseñó a no hablarle a extraños. - respondió Glen burlándose.
Inesperadamente esto sacó una breve risa en Aren.
- Conque les causa gracia el no saber en dónde están parados … Saben, 26 ocasiones …
- ¿?
- Hubieron 26 ocasiones en que los pude muy bien haberlos matado o hacer que los descubrieran, pero afortunadamente los dejé libres y miren hasta donde han llegado. - decía aquel tipo sonriendo.
- ¿De verdad? Sí que tengo fans; ven, acércate, te firmaré tu polo.
Nuevamente se rio Aren.
- Ya basta, Glen. - dijo el joven tratando de contener la risa.
- Parece que este día está lleno de sorpresas …
- ¿Qué quieres decir? - dijo el extraño varón.
- Primero, como es que se tornaron las cosas hasta llegar aquí; segundo, el que tú aparezcas y, tercero, por primera vez veo a mi amigo reír.
- Ya veo …
De la mano de aquel infiltrado, unas especies de dagas salieron volando como proyectiles en dirección a Glen y Aren. Sin embargo, fueron anuladas por el impacto de la hoja de una katana.
- Vaya, ahora soy yo el sorprendido … aunque eso no importa, ¿no es así? - dijo el atacante al ver que Glen tenía en sus manos una espada con la que detuvo las navajas.
Al ver donde estaba ahora aquel tipo, ambos jóvenes se quedaron alertados, pues había sido capturada la niña siendo puesto una de las navajas en el cuello de esta.
- Creo que ahora sí podemos hablar.