Dentro de la residencia de la familia Beltrán, dos jóvenes mujeres parecían tener ciertas expresiones intimidantes que dejaban relegados a la cabeza de familia.
- Y bien, ¿no dirás nada?
- … ¿Qué quieres que diga? Lo que sucedió no es muy agradable de recordar. - contestó Emily seriamente.
- … Ya veo, entonces, al menos podrías decirme cómo es que llegaste a refugiarte en la casa del conde Beltrán.
- Solo le pedí un tiempo para quedarme a mi tío, pero planeo regresar pronto a mi hogar y recobrar mi herencia.
- Entiendo, pero ¿Cómo se supone que lo harás? No creo que simplemente vayas y digas: Hola, ya volví, ¿me podrían devolver mi título y territorio? … Después de todo, los que están al mando son los Rufasto y, aunque sean parientes lejanos, justamente por eso se plantarán y negarán ha entregarte las tierras que pertenecían a tu padre, aún si es que tu tío te ayudara, será difícil y tomará mucho tiempo las negociaciones.
- Sé bien de los rumores sobre ellos, ya me he informado debidamente. Sin embargo, mientras yo siga viva, ellos no pueden tomar control total ni heredar la tierra a algún descendiente suyo.
Pareciendo no llegar a un entendimiento, Roger se interpuso.
- Su Majestad, princesa Lisbeth, como debe saber, su padre, el rey Teodoro, decidió asignar el cargo del marquesado a la casa Rufasto hasta que se hallara el paradero de Emily. Sin embargo, soy consciente de que su majestad fue aconsejado por el vizconde Sotomayor y el conde Valladares.
Estas confesiones sorprendieron no gratamente a Emily.
- ¿Qué quiere decir? - cuestionó Lisbeth.
El ambiente cada vez parecía oscurecerse tras aquel comentario.
- Usted debe saber que hace diez años hubo cierta riña entre el marquesado Gutiérrez el vizcondado Sotomayor por el mal manejo de los recursos proporcionados por mi hermano mayor a los Rufasto.
- Sí, pero eso se ya resolvió ya hace ocho años, ¿no es así?
- Oficialmente y para mantener la paz entre los territorios, se llegó a un acuerdo; no obstante, si usted llegara a preguntar a los aristócratas cercanos, podrá darse cuenta que la tensión entre ambos bandos siguió perenne.
- … ¿En qué argumentas lo que dices?
- Los Rufasto siguieron exigiendo recursos al marquesado para financiar las construcciones de obras públicas; sin embargo, mi hermano encontró que todo su financiamiento fue para pagar coimas y sobornos por delitos cometidos por ellos; la casa Rufasto se había ya dado cuenta de esto, pero aún así siguieron en pedir dinero excusándose en ser familia de nosotros. Ahora que ellos tienen parte del control del marquesado, le solicito que revise sus estados financieros y vea como está su gobierno.
- La casa Sotomayor es la encargada de revisar y enviar los informes a la familia real. - respondió la princesa no estando convencida de sus propias palabras.
- Creo que ya se ha dado cuenta … el vizcondado Sotomayor puede que esté ocultando varias cosas la baronía Rufasto. Puede que encuentre más cosas de lo que estamos suponiendo. - afirmó Roger.
Unos segundos de silencio fue lo que siguió en la conversación.
- Justo como usted menciona, todo lo que hemos hablado solo son suposiciones, no hay pruebas. - dijo Lisbeth.
- Si eso fuera así, entonces ¿Por qué mencionó usted misma que la familia Rufasto se empañaría en no devolver el marquesado a la legítima heredera?
- Yo … no lo dije de esa manera.
- Entonces, ¿Qué detiene a la única hija del fallecido marqués Gutiérrez de que recobre lo que le es suyo por derecho? - comentó Roger con un tono amenazador.
- Es suficiente, parece que está siendo un poco insolente, conde Beltrán. - habló el Walter.
Habiéndose calmado un poco el ambiente, Roger se disculpó.
- Entiendo su punto, pero ¿Qué dices tú, Emily? - preguntó la princesa.
Con gran determinación y voluntad, la joven respondió.
- En caso de que la familia Rufasto halla gobernado transparente y piadosamente a los ciudadanos y no haya malversado los fondos dejados por mi padre, reconsideraré en llegar a un acuerdo con ellos por su fiel apoyo; sin embargo, en caso que se encuentre opresión y malversación de los recursos, no dudaré en quitarles todo lo que poseen de mi heredad, aún si eso implique enemistarme con el vizcondado Sotomayor y la baronía Rufasto siendo ellos familiares míos.
Aquella declaración no era para tomarse a la ligera, pues Lisbeth era consciente de la prudencia y determinación de Emily desde hace ya un tiempo. Sumado a esto, la princesa era consciente también de ciertas irregularidades de los estados financieros del marquesado; sin embargo, ella no tenía tiempo para poder prestar atención y resolver todos los problemas; por ello, no le tomó mayor importancia.
Ahora una oportunidad se estaba dando como si fuera una señal.
Entre vistas de reojos de Lisbeth y Walter, la joven habló.
- Bien, entiendo tu postura; es razonable y ética, pero ¿Cuál es tu plan?
- Tal y como usted ha dicho, con la ayuda de mi tío aún no sería factible la revisión y reclamo del marquesado; sin embargo, si usted, la princesa, me prestara su ayuda, estoy segura que sería más fácil el realizarlo.
- ¿Acaso quieres que me involucre directamente con ellos? ¿Los Rufasto no creerán que están siendo vigilados?
- Ciertamente eso es algo inevitable, pero no quiero que ellos sepan aún de mi regreso. Primeramente, quisiera que se realice una auditoría sobre la situación financiera y un censo a los ciudadanos para analizar los niveles de satisfacción del pueblo y relacionarlo con los gastos públicos; para ellos necesitaré de su intervención personal. - contestó Emily.
- ¿Acaso desea poner en una contienda a tres familias nobles contra la futura reina? - cuestionó Walter.
Emily quedó en silencio, pero su determinación no había disminuido ni un poco; era como si tuviera certeza de su hipótesis.
Al ver esto, Lisbeth sonrió.
- Bien, lo haré. - contestó la princesa firmemente.
- ¡¿Mi lady?!
- Silencio, Walter. Ya he tomado mi decisión … Solo que … cuando todo esto termine, me deberás un gran favor, Emily. No solo personalmente, sino que incluirá a todo el marquesado Gutiérrez.
- ¿Qué quieres decir?
- En primer lugar, me deberás total lealtad … luego, te diré el favor que me harás, pero eso será más adelante … entonces, supongo que esta será como una alianza, ¿no es así?
- Sí …
- Bien; dejando este asunto, hay algo más que quisiera preguntarte … - comentó Lisbeth.
- ¿?
- Quisiera hablar con aquel joven varón quien se convirtió en tu hermano jurado.
- No, no creo que se pueda. - respondió Emily seriamente.
- ¿? ¿Por qué no? ¿Hay algo que quieras ocultar?
- No, no es eso …
- ¿Entonces? ¿Cuál es la razón? - preguntó Lisbeth insistentemente.
- Bueno … él … ha salido hace como una hora … me dijo que volvería en la tarde a más tardar.
- Oh … ya veo … ¿Qué hay de su hija, conde Beltrán? Quisiera saludarla.
- Oh, habla de Melissa … bueno, ella … también salió hace unos 10 minutos antes que llegara. Si quiere puede quedarse a esperarla.
- … No, me retiraré por ahora. Agradezco su hospitalidad.
Saliendo de la mansión Beltrán y estando en dentro de su auto, Lisbeth dio un gran suspiro.
- Parece que sucedió similar a lo que pensábamos, ¿no es así? - comentó Walter.
- Sí … supongo … … Walter … ¿grabaste todo?
- Por supuesto. - contestó el mayordomo cuando justamente un pequeño brillo parecía relucir desde aquel adorno puesto en medio de su corbata.
Tocándose la princesa su hermoso cabello hasta dirigirse hasta llegar a su oreja derecha, parecía haber un intercomunicador dentro de su oído que era ocultado por su gran cabellera. Aquella joven pareció presionar un botón de aquel pequeño dispositivo.
- ¿Observaste todo, Sofía? - fueron las palabras de Lisbeth.
Una voz algo quebrantada, pero tratando de mostrarse fuerte respondió.
- Sí.
Desde una limosina perteneciente al ducado de Zaragoza, una mujer de cabello pelirrojo parecía estar mojando su falda con las lagrimas que brotaban sobre su rostro.
Solo una frase se escuchó decir de aquella mujer.
- Gracias a Dios … que estás bien, Emily. - dijo la duquesa Sofía mientras se tapaba el rostro con una de sus manos en presencia de sus sirvientes que estaban con ella dentro del vehículo.
Caminando por las calles y pasando por las avenidas principales de la capital, un varón de cabellos largos parecía disfrutar del panorama mientras se dirigía a su desconocido destino.
Eran diversas las personas caminando aquella hora, pero, como si aquel joven se huera dado cuenta de alguien, suspiró.
- Y ahora … ¿Por qué me sigues?
Nadie respondió, la gente a su alrededor miraba con cierta fascinación al igual que desconcierto por la apariencia y palabras provenientes de aquel joven hombre.
- Míralo … es bastante guapo. - dijo una mujer que pasaba junto con una amiga.
- Sí, pero ¿ya lo escuchaste? Está hablando solo.
- Qué importa … tal vez alguien lo está acosando y se dio cuenta.
Siguiendo su camino, parecía que aquel joven no dio más vuelta al asunto y no se detuvo en caminar.
Sacando de uno de sus bolsillos, Aren sacó un pequeño dispositivo: un smartphone de los actuales modelos. Abriendo una de las aplicaciones, se podía ver los contactos que tenía agregado: Emily, Glen, Melissa.
El joven presionó uno de aquellos nombres y la llamada comenzó a mandarse.
A los segundos se escuchó un tono de llamada proveniente de un celular cerca de él. Aquel sonido se escuchaba desde detrás de los asientos de espera de una parada de bus que estaba a solo unos dos metros.
Una mujer sentada en aquellos asientos sacó su teléfono y contestó la llamada.
- ¿Diga?
- Ya, en serio, ¿Qué estás haciendo? - dijo Aren en la llamada.
La mujer de ropas que ocultaban su apariencia apagó su teléfono.
Los alumnos que estaban detrás de aquel supuesto guía vestían un mismo uniforme. Algunos de los nuevos ingresantes que pasaban buscando sus grupos habían notado ya esta peculiar situación.
- ¿Quiénes serán?
- ¿Vienen de otra academia?
Eran estas y otras más las preguntas murmuradas por los nuevos alumnos, pero la situación era un poco más complicada de explicar.
Mientras que el guía parecía estar presentándose y explicando algunas cosas, Liam murmuró.
- Y bien … ¿Qué has hecho para que nos miren así?
- Yo no he hecho nada … ni siquiera los conozco … - murmuró Renato.
- Pues creo que nos odian a todos por igual. - comentó Daniel.
- Ya ves … todos somos culpables aquí. - dijo Renato.
- … Como sea. - dijo Liam.
- Oigan … ¿me están escuchando? - preguntó el guía.
Todos que tenían la mirada al frente se desconcertaron por ver a tal persona hablando.
- Y usted … ¿Quién era? - preguntó Liam sin malicia.
Chasquidos provenientes de aquellos alumnos uniformados detrás del guía se escucharon con gran molestia.
«… Creo que pisé una mina …» pensó Liam.
Se podía ver al costado del muchacho el rostro burlón de Renato expresando que era ahora Liam quien estaba en sus zapatos.
Antes de empezar una pelea entre ambos, aquel hombre desaliñado se presentó nuevamente.
- Soy Arnold Freicher, un instructor y el guía encargada de la clase R, como ya no nos queda tiempo, les explicaré lo demás mientras revisamos el campus, ¿está bien? - dijo aquel varón con un tono ligero y blando.
«¿Freicher? ¿Qué? ¿Es alemán? … Espera un segundo, ¿es un instructor? … … ¡¿Dónde carajos estabas cuando teníamos problemas durante el examen?!» pensaron Daniel, Liam y Renato unánimemente.
Caminando por las veredas habiendo pasado por un malecón, se podía observar las distinguidas estructura monárquicas de los edificios. Una pareja quien pasaba por estos lugares parecía estar cerca de su destino.
- Así que … ¿Por qué hemos venido hasta aquí? - preguntó Melissa.
- ¿Hemos? … Tú solamente me seguiste sin permiso … nuevamente … - respondió Aren monótonamente.
- Sí, sí … entonces ¿Por qué has venido a este lugar? ¿Emily sabes que has salido?
- Sí … ¿Tu también les has avisado a tus padres?
- Les dejé una nota. De otro modo, me hubieran hecho muchas preguntas para impedir que yo salga.
Aquella carta decía literalmente: Aren me pidió que lo acompañe, ya vengo 😊.
Aren suspiró.
- Iba a preguntarle a alguien, ya que todos los edificios parecen lo mismo, pero ya que estás aquí lo haré contigo.
- ¿Hacerme qué? ¡Pervertido! - dijo Melissa.
El rostro serio de Aren dejó en claro que no estaba para bromas.
- P-Perdón … pensé que a los hombres les gustaba que las mujeres actuaran así.
Nuevamente Aren suspiró.
Pasado unos segundos de compartir información, la mujer habló.
- El departamento del ITT … ¿Qué vas a hacer ahí?
- … Buscaré a un amigo. - respondió Aren dudando de hablar o no.
- Esa respuesta … ya la he escuchado antes … y el resultado no fue nada agradable por cierto. - comentó Melissa incrédula por la respuesta.
Un silencio donde las miradas cruzadas de aquella pareja duraron por unos segundos.
Ahora Melissa suspiró.
- … Sabes, cada vez que lo pienso, parecieras como si fueras alguien que oculta muchos secretos; algo así como un especie de protagonista de una novela de misterio o fantasía …
Aren no comentó.
- Bueno, eso es lo interesante en ti. Como sea, tienes suerte, ha dos cuadras más volteando a la derecha está el lugar donde quieres ir.
- Ya veo, gracias.
Aren y Melissa siguieron caminando a aquel lugar; sin embargo, algo notó la joven mujer: era la primera vez que recibía un agradecimiento por parte de aquel varón de cabellos largos.
«¿Q-Qué es esto? … Este sentimiento, ¿hace cuánto que no sentía esto? … pensé que solo con Eduardo sería la última vez que estuviera de esta forma … Sí, ha pasado un tiempo y por eso lo olvidé … »
Parecía que el corazón de aquella doncella era derretido por cálidas palabras de agradecimiento.
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
«Sí ,,, acabo de recordarlo … ¡NUNCA CONFIES EN LOS HOMBRES! Esas palabras siempre las escuchaba de la boca de esa basura … ¡no volveré a caer en eso nuevamente! No importa si incluso se tratase de un adonis quien hable así.»
Durante el tiempo que tomó sus pensamientos, Melissa se dio cuenta que estaban ya frente al departamento de Investigación, Innovación y Tecnología.
En una desconocida residencia establecido en Zaragoza, se encontraban reunido tres personas de aspecto pulcro como si fueran aristócratas. Eran dos hombres y una mujer quienes estaban en una sala de elegante acabado.
- Así que todos están muertos, ¿eh? - dijo uno de los hombres.
- Sí … pero eso ya no importa. ¿Has escuchado el rumor que se dice en la capital? - dijo la única mujer.
- ¿De qué hablas?
- Recuerdas que Efraín nos dio fotografías y el paradero de ese mocoso, Aren en aquel pueblo, Tres Cantos.
- Sí, ¿Y? … Ahora lo hemos perdido de vista y, peor aún, él no es nuestro objetivo. - contestó el otro varón de actitud prepotente.
- Pues Efraín y yo estuvimos haciendo nuestro trabajo y descubrimos que se está alojando en el hogar de los Beltrán. - afirmó la mujer con cierta vanidad.
- ¡¿En la casa de los Beltrán?! ¿Por qué estaría ahí …? - dijo el hombre quien pareció entender las palabras de la mujer.
- ¿Beltrán? ¿Dónde he escuchado ese nombre? … ¡! ¿Espera, el conde Beltrán no es el tío de esa mocosa? - dijo el otro hombre con cierta sorpresa.
- Exactamente.
- Entonces … si ese chico está viviendo ahí, eso quiere decir que …
- Hay algo más … parece que la misma princesa Lisbeth ha ido a visitar al conde.
Los dos hombres quedaron desconcertados por aquella afirmación.
- ¡Maldición! ¡¿Por qué?!
- Bien, preparémonos. ¿A quien enviaremos? - dijo la mujer cortando el enojo de aquel hombre.
Uno de ellos sonrió.
- Esto debe hacerse rápido y discreto … hagámoslo como la primera vez y enviemos a Renaud.
Todos estuvieron de acuerdo.