—¡Ja! Mira todo lo que quieras, no me importa. Te mostraré el lugar al que perteneces, perra. —La sonrisa burlona de Nux se ensanchó conforme ordenaba—. ¡Ahora date la vuelta y muéstrame tu culo!
El cuerpo de Thyra tembló, pero como siempre, hizo lo que él ordenó y se dio la vuelta antes de levantar su trasero.
Una sola lágrima cristalina rodó por sus ojos, sus hombros temblaban mientras parpadeaba unas cuantas veces para deshacerse de las lágrimas que se acumulaban. No iba a llorar.
A Nux, sin embargo, no le importaba en lo más mínimo su lucha; él se levantó, pero justo cuando estaba a punto de meter su polla dentro de su coño, escuchó una voz.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Felberta.
—¿Eh? ...nada —mintió Nux.
—¿Estás seguro? —insistió Felberta.
—...S-sí...