—Te ves cansado, hermano.
—¿Eh? ¿Cómo lo supiste?
Lucas, el Cuarto Príncipe que estaba sentado en su silla con un aspecto cansado en su rostro, miró a Raguel con una mirada de sorpresa en su rostro.
—Por la puerta, por supuesto.
Raguel respondió con una pequeña risa.
—Pero ordené que no dejaran entrar a nadie. Esos bastardos se atrevieron a desobedecer mis órdenes, me aseguraré de que ell
Lucas estaba a punto de levantarse y enfrentarse a esos guardias, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, fue detenido por la risa de Raguel.
—Oh, venga, no les eches la culpa, hermano. No es su culpa.
—¿Realmente crees que tendrían el valor de detenerme a mí, el Primer Príncipe, de entrar a tu habitación?
Al oír esas palabras, Lucas entrecerró los ojos,
—¿Cómo te sentirías si yo entrara a tu habitación sin anunciarme?
—Ahora no te pongas de mal humor, somos hermanos. Por supuesto, puedes entrar a mi habitación cuando quieras.