—Está bien, ya deberías descansar, esto es suficiente por hoy —Arvina instruyó mientras un suspiro escapaba de su boca, su espada de madera desapareció y ella se sentó en una silla con una mirada cansada en su rostro.
Gotas de sudor podían verse en su frente, y respiraba pesadamente; un pañuelo apareció en sus manos y empezó a limpiarse la cara.
Luego, sus ojos se posaron en Nux, que estaba tumbado en el suelo con la respiración ligeramente acelerada y una mirada tranquila en su rostro.
Al ver eso, Arvina no pudo evitar suspirar,
—No pareces muy cansado —murmuró ella.
—Puede que no lo parezca, pero créeme, profesora, estoy muy cansado —respondió Nux.
Por lo parejo de su voz, incluso un niño podría decir que no estaba cansado en absoluto, y de hecho, tenía sentido completo que no estuviera cansado.